Diario de una mariposa

Diario de una mariposa

domingo, 18 de diciembre de 2016

Y mientras tanto, ¿qué hacemos con nosotros?

Foto cortesía de Norma Fernández

Rocío era una chica vivaracha y soñadora, pero tenía una limitación que le mantenía en el mismo lugar: La Codependencia.

Era joven, con varios planes anotados en su libreta de metas, sin embargo con tanta necesidad de que otros aprobaran los pasos a dar y le acompañaran en el camino.

Una mañana, mientras tomaba el desayuno, llegó el cartero a entregarle la correspondencia. Muy emocionada decidió llamar a una amiga para contarle que le habían aceptado en el programa de estudios para el que había aplicado, pero su reacción opacó su alegría. La amiga comenzó a mencionarle los contras de estudiar en aquella universidad. Le recordó lo distante que estaría de su familia y amigos, apelando así a sus sentimientos. También le mencionó el problema del idioma, que para Rocío hubiera sido una gran oportunidad de aprenderlo y dominarlo, sembrando en ella el temor por su seguridad ya que estaría sola en un lugar desconocido...

Rocío terminó desanimada y aterrada, desistiendo de la idea de explorar un nuevo mundo y de estudiar la carrera de sus sueños. Decidió estudiar en una universidad local para estar cerca de los suyos y sentirse protegida. ¿Qué pasó después? Su amiga se fue a estudiar a otro pueblo y su familia siguió con su vida normal, tal como habrían hecho con ella aquí o allá.

Ella amaba la pintura. Tenía varios trabajos que había realizado frente a una ventana de su habitación que daba para el patio de la residencia. Por ella se colaban los rayos de sol al atardecer que le daban energía, le servían de inspiración y despertaban su creatividad.

Una vez su padre, en medio de una discusión, le dijo que estaba perdiendo tiempo y dinero en una actividad que nada positivo aportaba a su desarrollo intelectual y a su vida personal. Esa fue la última vez que ella tomó un pincel en sus manos. La pintura perdió su encanto...

Conoció a un chico, en la universidad donde estudiaba, que le parecía muy apuesto e interesante. Aunque con ideas distintas, se empeñó en identificar las cosas que tenían en común. Terminó echando a un lado lo que le interesaba para acompañarlo y apoyarlo en todo lo que el quería. De esa forma pretendía impresionarlo y retenerlo. Dejó que el tiempo siguiera pasando y que las actividades de aquél chico la consumieran, descubriendo mas tarde que él nunca se había interesado en las actividades que ella disfrutaba ya que estaba muy centrado en sí mismo.

Rocío se alejaba cada vez más de todo lo que le apasionaba, pero parecía no importarle tanto ya que buscaba consuelo en lo que entendía le daba estabilidad emocional, la compañía de los demás.

Se había casado, tenía tres hijos, una vez más no estaba sola...

No iba a lugares que deseaba, ni perdía el tiempo pensando en las cosas que le apasionaban ya que aprendió a sustituir sus intereses por el de su familia.

¿Hasta cuándo aguantaría? ¿Cuánto tiempo podría vivir una persona reprimiendo sus sueños y deseos?

Rocío tiene hoy 50 años, quedó viuda hace dos años y sus hijos se independizaron. La casa donde vive le parece muy grande y tan vacía...

Cuando se encontró sola creyó no podría continuar. Su vida giró por tantos años en torno a la de los demás, peor aún, se alejó tanto de sus sueños que olvidó quien realmente era. Salir a la calle sola le aterraba, temía por su seguridad y no saber desenvolverse en un mundo totalmente extraño ante SUS PROPIOS OJOS.

Cuántas metas y sueños no alcanzados, que eran suyos pero decidió arrancárselos del alma para darle cabida a los de los demás. Cuando decidió anularse se arrancó hasta su propia piel...

Una tarde tuvo que sacar valor y salir a la calle. Se detuvo a la orilla del mar para admirar el hermoso atardecer. Mientras el sol caía recordaba el tiempo que pasaba en su habitación pintando frente a su ventana. Pensó en aquella carta que escribió hace décadas rechazando la aceptación al programa de la universidad donde quería estudiar y todas las veces que sacó espacio en su vida para los demás por no estar sola.

Vio su vida pasar en un instante frente a ella y reconoció que no había valido la pena esperar a que los demás estuvieran disponibles para acompañarle a alcanzar sus sueños. Después de todo ella no había respetado y valorado su momento, ¿porqué otro lo haría?

Aunque ya no puede dar marcha atrás, todavía hay cosas que puede disfrutar como lo hacía en su juventud. Así que decidió ir a una tienda de manualidades para comprar el mejor set de pinceles. Sabía que contaba con el talento para pintar y ya no tenía que preocuparse por la crítica de quien debió haberla apoyado en el pasado.

Si nos detenemos a observar las conductas de las personas a nuestro alrededor nos daremos cuenta que todos están ocupados haciendo lo que desean, viviendo sus vidas a su manera, planificando como alcanzarán sus metas y disfrutando de actividades que les hacen sentir bien.

Y mientras tanto, qué hacemos con nosotros?





martes, 13 de diciembre de 2016

Demasiado b...uenos para sentirnos miserables



Amanda y Julián eran muy buenos amigos. 

Se conocieron en la compañía para la que ambos trabajaban y hasta llegaron a ser compañeros de estudios. 

Amanda tenía muy buen sentido del humor y Julián no se quedaba atrás, por eso se llevaban tan bien. Luego de haber estado distanciados por unos años, el destino les permitió reencontrarse. Aunque ejerciendo funciones distintas, trabajan brindando servicios en la compañía donde tuvieron la oportunidad de conocerse. 

Cuando una amistad es genuina y desinteresada, no importa el tiempo, la distancia ni las circunstancias. 

Julián había formado una hermosa familia. Se había casado con la mujer de sus sueños y recibió la bendición de un príncipe que vino para darle un sentido extraordinario y significativo a su definición del amor incondicional. A pesar de tanta dicha su rostro había perdido la alegría, su mente estaba muy cargada y su corazón parecía caerse de su pecho por tantas emociones juntas, por tanta incertidumbre e impotencia...

¿Qué pudo haber provocado que desapareciera esa sonrisa tan contagiosa? ¿Quién sería capaz de hacerle daño a tan buen ser humano? ¿Qué le hizo perder su norte?

Amanda notó que Julián estaba decaído, sin fuerzas para seguir adelante, pero quién era ella para darle ánimo si no se explicaba como aún seguía de pie cuando su alma y corazón estaban tan golpeados...

Ella también tenía una hermosa familia, era muy dichosa de contar con el apoyo del amor de su vida y unos hijos encantadores, pero dejó que intentos fallidos, pérdidas y decepciones le quitaran el brillo de sus ojos.

Cada vez que se encontraban se desahogaban. Convirtieron la esquina de una de las calles principales del pueblo donde laboraban en su "spot" de los lamentos. Parecía que acudían a sesiones de terapia de grupo donde podían liberar el coraje, las frustraciones y las preocupaciones, regresando más livianos a sus hogares y abrazando la esperanza de lo que no se ve pero se siente en el corazón.

Les habían pasado tantas cosas fuertes sin comprender la razón, llegando a dudar de sus derechos al progreso y la felicidad.

Quienes los conocían sabían que eran seres humanos luchadores, perseverantes y merecedores de todo lo bueno del mundo.

Amanda se consolaba así misma repitiendo el tan conocido refrán: "No hay mal que dure cien años ni cuerpo que lo resista". Con esas palabras mostraba resignación y no era la actitud correcta. 

A veces solemos dar permiso a pensamientos y a personas negativas para que entren en nuestras vidas porque no tenemos el valor suficiente o no queremos ser arrogantes, sin darnos cuenta del gran error que cometemos.

Puede que otros confundan nuestra serenidad, humildad y amabilidad con que somos tontos y controlables. Cuando se trata de nuestro bienestar no podemos hacernos los ciegos, dejando pasar las cosas que nos incomodan sino que debemos expresar nuestro sentir en todo momento.

Amanda y Julián, dos personas distintas, pero con varias características en común: extraordinarios, genuinos, soñadores, alegres y merecedores de felicidad. Quizás dejaron que la opinión que tenían los demás de ellos tuviera más poder que lo que ellos creían de sí mismos y dejaron que les consumieran el ánimo y la energía necesaria para seguir adelante.

Tantos días grises, tantas lágrimas derramadas y tanta frustración...

Una tarde volvieron a encontrarse en el "spot". Cada uno contó sus experiencias, soltaron el coraje, se rieron un rato y decidieron hacer un alto al drama.

Amanda le dijo a Julián que estaba harta de sentirse miserable. En sus palabras mostraba seguridad y fortaleza. Comprendió que la vida será todo lo que ella quiera. Sus ojos serán su guía, su pensamiento servirá de camino para llegar a su destino y su corazón le brindará la fortaleza que necesita para no volver a caer en las garras del pesimismo.

Ambos se propusieron salir de ese círculo vicioso, reconociendo que siempre habrá retos y resultados no esperados ni deseados, pero aprenderán a verlos como parte de las experiencias de la vida.

En el proceso aprendieron algo muy importante: "Eran demasiado b...uenos para sentirse miserables". 

No fueron víctimas de otras personas ni de las circunstancias, sino de sus pensamientos. 

No hay nube tan gris que pueda opacar los rayos dorados de un sol deseoso por iluminar un nuevo día lleno de posibilidades infinitas y...

No habrá persona tan necesitada de reconocimiento como aquella que no se valora a sí misma.

Dedicado a los buenos amigos que nos regala la vida.

Gracias por estar ahí.

Norma Riera

sábado, 3 de diciembre de 2016

El Reencuentro


Nunca antes había estado tan atenta como ese día...

Decidí salir a caminar sola, pues todos estaban ocupados y sentía la necesidad de estar al aire libre.

Era una mañana soleada, bajo un cielo azul que invitaba a dar un paseo. Nunca he sido de las personas que disfrutan salir solas a la calle ya que estar en compañía me brinda seguridad y confianza, pero ese día decidí echar a un lado mi inseguridad.

Los últimos meses habían sido tan difíciles que sentía me faltaba el aire y pensé debía desconectarme de todo. Mientras andaba procuraba estar atenta a lo que ocurría a mi alrededor. Quería disfrutar cada detalle.

Un pajarito pasó muy cerca de mí para posarse sobre una flor hermosa y colorida. Parecía estar feliz de haberla encontrado.

El aire fresco acariciaba mi rostro con tanta delicadeza que me llenó de calma. Al pasar por una repostería pude disfrutar el exquisito aroma de un pastel que colocaban en la vitrina y tuve que detenerme a comprar un pedazo, acompañado de un rico café. Decidí llevármelo para buscar un lugar donde pudiera sentarme cómodamente a disfrutarlo.

La gente caminaba de prisa. Algunos estaban con el celular en sus oídos, otros escribían mensajes, unos pocos iban grabando y los demás caminaban mirando hacia adelante, con su cuello rígido, incapaces de voltear su mirada para ver a su alrededor.

Recuerdo cuando la gente socializaba más y procuraban que los demás reconocieran su presencia para tener la oportunidad de hablar, contar sus experiencias  y preguntar cómo les iba...

Lo importante es que no permití que nada me hiciera retroceder y continué en la búsqueda del espacio ideal para sentarme. Por fin tuve la oportunidad de encontrar un banco de hierro con tantos detalles que parecía haber sido elaborado por un amante del arte. Era color verde olivo y estaba bajo un árbol frondoso lleno de flores violetas. Era el lugar perfecto para disfrutar el café y el pedazo del exquisito pastel. 

Mientras disfrutaba de mi tiempo a solas pensaba cómo, en ocasiones, las preocupaciones, la ansiedad, la frustración, el coraje y la tristeza se apoderan de la mente humana cuando contamos con la capacidad de controlar y cambiar nuestra manera de reaccionar ante lo que nos ocurre.

Terminé el café y el pastel, pero decidí quedarme un rato más allí. Al mirar la vitrina de la tienda de enfrente pude identificar a una chica que hacía mucho tiempo no veía. Estábamos sentadas las dos, ella dentro de la tienda y yo fuera. Cuando vi que me sonrió decidí ponerme de pie y ella también lo hizo. ¡Wow, que alegría tan inmensa sentía en mi corazón!  Ella fue una gran amiga, como una hermana, y se veía tal como la recordaba. 

Salí corriendo hacia la vitrina y en cada paso me sentía libre y feliz. Hacía tanto tiempo que no me sentía así...

Al poner las palmas de mis manos en el cristal, ella también lo hizo. Nos bajaban lágrimas de alegría por nuestro rostro y comprendí que el sentimiento era recíproco. El cariño y la amistad no habían muerto sino que dejamos que las circunstancias de la vida nos alejaran.

Allí estábamos, llenas de vida, madurez, experiencia, alegría y seguras de nosotras mismas. El tiempo no había pasado en vano. Cuando me alejé de la vitrina para darle un abrazo, ella también se alejó.

Entré a la tienda, que vendía antigüedades, para buscarla pero no la encontré. Comencé a sentirme triste pero no permití que el sentimiento se apoderara de mí y tomé el control. Ella no había sido una ilusión, era tan real como yo.

Salí de la tienda y me encontré a una niña que estaba frente a la vitrina. Hacía muecas y se reía, se arreglaba su cabello largo y rizado, lo movía de un lado a otro, se arreglaba su traje rojo con encaje dorado, se ponía de lado y no dejaba de mirar por el cristal. Me acerqué a ella y pude darme cuenta de que se estaba mirando en un espejo, disfrutaba siendo ella misma.

¡Que increíble sorpresa! Esa niña me ayudó a descubrir que mi amiga del alma nunca se fue, siempre estuvo conmigo. Esa amiga y hermana era yo misma.

¿Cuándo dejamos de mirarnos al espejo? ¿Cuándo nos convertimos en seres irreconocibles? ¿Cuándo dejamos de amarnos y valorarnos por lo que somos? 

Pasamos la vida cumpliendo tantos roles que nos olvidamos de nosotros mismos.

No pertenecemos a nuestros padres, ni a nuestra pareja, tampoco a nuestros hijos y mucho menos a nuestros amigos. Llegamos solos a este mundo y así partiremos, por lo tanto somos lo que vemos en el espejo.

Necesitamos reconocernos, amarnos, respetarnos y vivir en armonía con nosotros mismos para poder hacerlo con los demás.

Coordinemos un reencuentro con nuestro ser y recuperemos lo que fuimos una vez...
  

sábado, 22 de octubre de 2016

Decisiones...

Foto cortesía de Norma Fernández

Hay historias que merecen ser contadas...


A principios de este año 2016 vi un anuncio sobre el 6to Festival Grito de Mujer Oeste en una red social. Me entusiasmó mucho la actividad ya que, además de considerarla importante, se llevaría a cabo en el pueblo donde resido y tenían de invitada a una dama que admiro mucho y que deseaba conocer personalmente.



"Nada sucede por causalidad". Ese refrán, que resulta un cliché para muchos, lo acompaño al comienzo de este escrito porque quiero demostrarles a través de una serie de sucesos, que me ha tocado vivir, cuán cierto puede ser.



Dianiluz Cora llega a mi vida, a través de su libro: "Tocando Cielo", en un momento crucial donde enfrentaba uno de muchos retos. Me identifiqué tanto con el contenido de su preciada obra que básicamente lo usé de guía para poder recuperar la esperanza.



El día del festival que les mencioné, tuve la oportunidad de conocer a Dianiluz y pude compartir más de lo que esperaba. Esa dama de poder, gentil y sencilla, tomó de su tiempo para dedicarme su libro y para conversar conmigo.

Recuerdo le conté, entre tantas cosas que hablamos, sobre mi pasión por la escritura y ella muy atenta me ofreció su apoyo y algunas recomendaciones, entre ellas que comenzara creando un "blog". Así fue que nació este espacio donde escribo. 

Debo confesarles que aunque compartía algunos escritos y reflexiones de mi autoría en las redes ,y recibía buena crítica, subestimaba lo que otros consideraban un don o talento. A veces creemos que solo quien logra cosas grandes e impacta multitudes es talentoso y exitoso. 

En mi caso debo decirles que a pesar de todas las libretas que he llenado con mis escritos no me consideraba una escritora por ser una persona ordinaria. 

Carolina Chavate en su escrito: "Renuncié y no me he muerto de hambre" dice: "El oficio nos lo da nuestro talento. El mundo necesita seres que pongan su talento a circular y añade que vale la pena poner al servicio de los demás esas pequeñas cosas...". Vinimos a este mundo con un propósito. Fuimos dotados de virtudes y talentos que nos hacen únicos y que pueden impactar positivamente a los demás.


Así que tomando en cuenta el efecto placentero que la escritura provoca en mí y la aceptación de los lectores, he decidido continuar escribiendo.

Regresando al refrán: "Nada sucede por casualidad", deseo compartir con ustedes una experiencia personal.

Tan reciente como en agosto pasado (2016) fui cesanteada de mi empleo. La carta que me entregaron explicaba que la decisión había sido por causas económicas de la empresa. La noticia llegó en un momento donde estaba afrontando otros retos que atentaron contra mi estabilidad económica y emocional.

Los días se hacían largos, aún con las multiples gestiones de empleo que realizaba. 


Como parte de los esfuerzos para regresar a la fuerza laboral tuve que viajar, en menos de un mes, más de 8 ocasiones al área metropolitana. Tenía que salir de madrugada, la mayoría de las veces, y a lugares desconocidos. Viajaba sola, rogándole a Dios que no me perdiera y que pudiera llegar de vuelta a mi hogar. En cada gestión ponía toda mi ilusión ya que deseaba y necesitaba volver a trabajar. 


Tuve una oferta de empleo, que parecía ser la gran oportunidad, la cual me tomó aproximadamente un mes en el proceso de reclutamiento. Luego de completar el adiestramiento y estar a la espera de que me confirmaran la fecha oficial de comienzo, recibo la llamada de una persona que representaba a la compañía que me contrató para informarme que los requisitos del puesto habían cambiado y que ya no sería parte de la empresa porque mi preparación no era en el área que solicitaba su cliente. 

Eramos alrededor de 40 personas, de las cuales me atrevo decir que el 90% no tenía preparación en el área ya que los requisitos del puesto no lo indicaban. Parecía una broma de mal gusto, pero no fue así, quedé una vez más sin empleo y con el ánimo en el suelo. En ocasiones nos suceden cosas que nos preguntamos porqué pasan.

¿Será cierto eso de que un rayo no cae dos veces en el mismo lugar? La experiencia que viví me hizo dudarlo...

Luego de olvidar casi mi propia existencia, decidí moverme porque tengo personas para las cuales soy su guía y dependen de mí.

Comencé a realizar una búsqueda de empleo nuevamente y tuve una nueva oportunidad en una agencia de empleo temporero. La tarde que terminé el adiestramiento recibo una llamada de mi antiguo patrono para preguntarme si estaba trabajando. Al contestar su pregunta me propone regresar a mi antiguo empleo, aquél donde había sido cesanteada una vez...

Eran las 5:30pm, me encontraba pagando la tarifa del estacionamiento donde dejé mi auto en Hato Rey y me quedé sin palabras por los $14.75 que tuve que pagar y porque no esperaba esta propuesta.

No sabía qué hacer, había hecho un compromiso al día siguiente de reportarme a mi nuevo empleo y debía decidir la dirección a tomar. Por una parte tenía una nueva oportunidad laboral, sin embargo era temporera. Por otra, me proponían devolverme mi antiguo puesto en la compañía, para la cuál laboré por cuatro años, honrando los años de servicio y sin tiempo probatorio.

La decisión fue tomada con la razón y no el corazón. Regresé al empleo donde fui despedida. La realidad es que necesitaba el empleo ya que comenzaba a sentir las consecuencias de la falta de ingreso.

Comprendí que los tropiezos y las dificultades que tuve en la búsqueda de empleo no eran causalidad sino que el destino quería devolverme al lugar de donde me sacaron una vez.

No vivo en la isla de la fantasía, tengo los pies sobre la tierra y sé que las decisiones que tomamos en la vida conllevan riesgos. 

La experiencia vivida me hizo entender que un empleado puede sentir lealtad a un patrono pero una compañía se dedica a hacer negocios y no necesariamente es leal al empleado. 

Lo que voy a decir no tiene que ver con vanidad sino con aprender a valorarse a sí mismo. No podemos pretender que otros reconozcan lo que no reconocemos ni somos capaces de ver en nosotros mismos. 

Con mi decisión ambas partes ganamos. Yo recuperé mi empleo y comencé a devengar ingresos para poder mantener a mi familia y la empresa recuperó a uno de sus mejores activos. 

¿Cuánto tiempo durará esta relación? La verdad es que para mí ya no tiene importancia. 

Negocios son negocios. Los valores, conocimientos y experiencias son transportables, van con nosotros a donde quiera que vayamos. 

Las experiencias difíciles de la vida no nos hacen menos personas, no nos desmoralizan, sino que nos hacen crecer y desarrollar fortalezas. Esos retos son oportunidades para descubrir a ese ser importante que llevamos dentro de nuestro cuerpo y que merece ser valorado, no por lo que le sucede sino por quien realmente es. 

domingo, 2 de octubre de 2016

Sin dirección...


¿Cuántas veces hemos sentido que las experiencias que nos ha tocado enfrentar provocan un desajuste en nuestras vidas?

Hay noticias, eventos y vivencias que nos tocan directamente, dejándonos sin aliento...

Una de las formas en que podemos sanar es expresando lo que sentimos, pero, ¿Qué pasa cuando sentimos la necesidad de desahogarnos y los que están a nuestro alrededor no están listos para escucharnos?

Si de algo gozamos, en esta parte del mundo que nos ha tocado vivir, es de libertad de expresión, así que cuidado con el dice querer lo mejor para nosotros, pero se la pasa reprimiendo nuestros deseos de expresarnos, controlándonos, opacando nuestro brillo y apagando nuestros sueños.

No se trata de que andemos por la vida lamentándonos porque amaneció nublado o porque no sonó la alarma o quizás porque teníamos pan pero queríamos galletas. Se trata de sentirse en la libertad de soltar lo que nos afecta para liberarnos de la carga y poder seguir andando.

Mantener el silencio, resignarse y/o asumir una postura de víctima provocará que terminemos viviendo una vida sin sentido.

Quién no quiera escucharnos, que se tape los oídos. Quién no quiera leer lo que escribimos, que voltee la vista o se tape los ojos. Quién no desee ver como nos levantamos del suelo y seguimos adelante, que no nos siga, pero que tampoco sea una piedra en nuestro camino.

Dice un refrán muy conocido que: " No hay mal que dure cien años ni cuerpo que lo resista", pero a veces sentimos que los momentos de dificultad duran una eternidad.

En ocasiones la vida nos golpea tan fuerte y tan seguido que nos sentimos desorientados. Sabemos que hay otras rutas para poder llegar a nuestro destino, sin embargo nos sentimos sin dirección...

La costumbre, la rutina, el apego, la codependencia, el temor al fracaso y la falta de creer en nosotros mismo nos paraliza en momentos cruciales donde necesitamos actuar.

Es en esas circunstancias que necesitamos de personas que sean capaces de apoyarnos, motivarnos y hacernos ver que mientras tengamos vida, debemos seguir luchando. Pero, no siempre tendremos un apoyo...

El mayor error que cometemos es entender que los pedazos que hemos dejado caer, de nosotros, a lo largo del camino serán recogidos por alguien que los colocará en el lugar correcto para que volvamos a ser quiénes eramos. La verdad es que podríamos quedarnos esperando a que esto pase, siendo nosotros mismos quiénes recojamos cada pieza del suelo. 

En el trayecto de nuestra vida escuchamos, en muchas ocasiones, sobre la importancia de hacer lo que nos gusta, de ponernos en primer lugar, sin embargo acostumbramos a anteponer lo que entendemos son nuestras responsabilidades con los demás asumiendo que siempre habrá otro momento para pensar en nosotros.

Procuramos velar por el bienestar de todos y sacrificamos nuestros sueños para que otros construyan los suyos. Estamos tan comprometidos con los roles que nos ha tocado ejercer que abandonamos lo mas importante: cuidar el compromiso con nosotros mismos.

Pensamos que esta conducta no nos afecta, por lo que vemos a corto plazo, sin embargo a largo plazo las consecuencias pueden ser devastadoras. Nos olvidamos que tiempo que dejamos pasar ya no regresará.

La vida nos enseña que los momentos difíciles nos pueden ayudan a madurar y a desarrollar fortalezas, pero los momentos de alegría nos motivan a continuar la marcha. Es importante mantener un balance por nuestro bienestar y el de quiénes nos rodean. 

Hay experiencias de la vida que nos hacen sentir en completa oscuridad. Si nos ubicamos frente a un espejo vemos un pedazo de carbon áspero, poco atractivo y que tizna todo lo que toca. ¿Cómo podemos cambiar lo que vemos?

Esta en nuestras manos elegir si mantenemos es apariencia para toda la vida o permitimos que las fuertes presiones  y las temperaturas extremas a las que hemos sido sometidos nos conviertan en hermosos diamantes.

Podemos haber perdido una batalla pero no la guerra.

Cerremos nuestros ojos e imaginemos qué se siente brillar en la oscuridad, qué se siente volver a sonreír y hagámoslo realidad. 

¡Que la ilusión de vivir y la esperanza de un mejor mañana siempre habite en nuestros corazones!

domingo, 11 de septiembre de 2016

Sin querer, te dije adiós


Hoy escribe el corazón, no solo a través de mis sentimientos sino a través del sentimiento de mi esposo, pues la mano tiembla y en los ojos se desborda la tristeza...

Una llamada anunciaba que había llegado el momento que no deseaba, el de tu partida.

Los pensamientos y el agite del corazón imposibilitaban mi coordinación. Salí apresurado a tu encuentro y te hallé muy desmejorado en aquél cuarto de hospital. Sentía tanto ruido a tu alrededor y en mi mente, sin embargo yacías en la cama en silencio con dificultad para respirar y sin poder regalarme tu mirada...

Viejo, mi querido viejo,

Desde mis adentros te gritaba: ¡Resiste! No me dejes solo en este valle de angustia y dolor.

¡Cuánta rabia siento por todo el tiempo que pasé sin ti! ¡Cuánta falta me hizo tenerte a mi lado!

El coraje que siento no es contigo sino con las circunstancias que me alejaron de ti.

Sostenía tu mano como hubiera deseado que lo hicieras con la mía, tratando de imaginar a ese niño, tu único varón, que soñó con sentirse seguro a tu lado.

Era sorprendente el buen humor que mantenías, aún en medio del sufrimiento y el dolor que provocaba tu estado de salud. Fuiste un guerrero y un hombre muy valiente.

Observo con tristeza el monitor del cuarto donde te vi por última vez ya que cada cifra reducida me mostraba el tiempo que quedaba para despedirme de ti.

No te vayas, papá, no te vayas. Pero ya el reloj se había detenido y tu corazón dejó de latir. ¡Cuánto dolor siento dentro de mi!

El cielo se ha mostrado solidario con mi pena, resintiendo y llorando tu ausencia...

Hoy sufro tu partida, que deja un gran vacío en mi corazón.

Fuiste un buen tipo, mi viejo. Asi te recordaré por siempre.

Agradezco que te hayas ido a mi lado, aunque sin querer, te dije adiós.

Te amo,
Xavier (Buby)

En memoria de Emilio Montes Borrás

miércoles, 31 de agosto de 2016

También me he sentido sola


Cuando escuchamos la palabra soledad pensamos en ausencia física, en lo que enfrenta una pareja cuando se separa, en lo que sentimos cuando perdemos un ser querido o cuando nos alejamos por circunstancias de la vida.

De acuerdo a la Real Academia Española, la soledad es:
  1. Carencia voluntaria o involuntaria de compañía
  2. Lugar desierto, o tierra no habitada
  3. Pesar y melancolía que se siente por la ausencia, muerte o pérdida de alguien o algo
La definición no se aleja de las ideas que surgieron en la mente sobre el concepto, sin embargo cuando queremos expresar lo que sentimos, basados en las experiencias, podríamos presentar puntos de vista diferentes.

Si no estamos solos en este mundo y estamos rodeados de tanta gente, ¿Cómo podemos sentirnos tan solos?

Aunque no queramos reconocerlo a veces, somos seres que nos acostumbramos fácilmente y el tener que salir, por la razón que sea, de nuestro entorno puede crear un sentimiento de desamparo, de soledad.

Si le damos mas importancia de la que debemos a lo que sentimos, podríamos caer en la trampa de la autocompasión.

Más que aceptar ese sentimiento, sería recomendable reflexionar sobre el mismo, hayar las posibles causas e identificar cómo podemos erradicarlo, si reconocemos que nos está haciendo daño.

En ocasiones la soledad puede provocarnos tristeza, vacío, ansiedad, temor e inseguridad. Es como si quisieramos convencernos de que nuestra felicidad depende de algo o alguien y si nos falta hace que sintamos que la vida no tiene sentido.

A través del sentimiento de soledad podemos estar representando un trauma que aún no hemos podido superar.

Tal vez la ausencia de una figura importante en nuestras vidas, una separación no asimilada, la falta de atención por seres queridos, un patrón de abuso, maltrato u hostigamiento haya provocado que nos aferremos a alguien o algo que nos hace sentir queridos y que formamos parte de el. 

A veces pasamos por situaciones donde extrañamos la presencia y el apoyo de personas que son parte de lo que consideramos, nuestro círculo de confianza.

¿Donde están en los momentos que más los necesitamos? ¿A caso no les importa nuestro sufrimiento? ¿Porqué la indiferencia? 

Su silencio irrita nuestros oídos y su distanciamiento nos acerca a la desolación.

¿Serán verdaderamente personas indispensables en nuestras vidas o habremos creado dependencia hacia ellos como un mecanismo de defensa?

Tantas preguntas con respuestas que no queremos escuchar...

Crecimos creyendo que un lazo sanguíneo es razón suficiente para mantener una relación con alguien, independientemente cuán tóxica y perjudicial pueda ser para nosotros.

En momentos críticos es cuando debemos hacer un alto para pensar qué es lo que nos conviene.

El espacio que nos concede el Universo para estar con nosotros mismos puede ser la mejor oportunidad para descubrir que, aunque hayamos experimentado la soledad, contamos con la libertad para movernos de un lugar a otro y crecer dentro de un mundo lleno de opciones que no contemplábamos.

Es fácil  hablar del tema, cuando no se ha pasado por ese proceso que puede resultar duro, triste y difícil, pero ¿Saben qué? Sí, también me he sentido sola...

En momentos donde valoraba la presencia de personas que consideraba importantes, pero su ausencia me enseñó a comprender que la tristeza que pude haber experimentado realmente no fue por ellos sino por mi. 

En ocasiones somos tan crueles y exigentes con nosotros mismos, demostrando con nuestra conducta falta de amor propio.

La realidad es que no estamos solos, hay muchas personas que han recorrido nuestro camino, que han experimentado los mismas emociones, que han sabido superar las dificultades y se han levantado con mayor fuerza.

Conociéndonos más, aprendiendo a ver nuestros defectos como símbolos de autenticidad, identificando lo que podemos mejorar para nuestro propio beneficio, amando lo que nos hace distintos y disfrutando lo que nos hace sentir felices, lograremos sentirnos bien cuando estemos a solas.

Vamos a caminar por la vida construyendo buenas relaciones, sin apegos, y aprendiendo a disfrutar de los reencuentros que permiten valorar los buenos momentos.



domingo, 28 de agosto de 2016

Tendencias...


Vivimos como si estuvieramos siendo arrastrados por una fuerte corriente de agua, sin control.

Permitimos que nos arranquen nuestra propia identidad, perdiendo aquello que nos diferencia para comenzar a bailar al son que nos toquen. Dejamos de ser quiénes queremos para convertirnos en lo que más vende. 

La forma en que nos expresamos y actuamos está dirigida por las "tendencias".

Los medios noticiosos, las redes sociales y todo con lo que alimentamos nuestra mente en estos tiempos nos mantienen al tanto de los famosos "trending topics" sin importar lo que sea.

Es en ese proceso de insumo que cedemos el derecho y capacidad de nutrir nuestro cerebro de información importante que contribuya al desarrollo de nuestro intelecto.

Es impresionante ver como los medios informativos desvían nuestra atención hacia los sucesos más populares y nos privan de noticias relevantes como: el  informe de un evento atmosférico que requiera preparación preventiva, cambios en regulaciones que afectan directamente a la ciudadanía, estadísticas de eventos y condiciones que afectan la seguridad y la salud del pueblo, entre otros...

Quien se detiene a reflexionar sobre lo que está ocurriendo se dará cuenta que mientras menos educada e informada está la sociedad mayor control tendrán sobre ella y mayor será su dependencia. 

No debemos permitir que nos opriman y nos hagan creer que no somos capaces de crecer como individuos.

¿Cómo es posible que nos prestemos para el juego comercial, cuando lanzan al mercado un artículo nuevo o cuando anuncian una mega oferta, en el que perdemos lo de civilizados para actuar como seres salvajes, sin embargo no sacamos tiempo para instruirnos, no tenemos la valentía de abogar por nuestros derechos ni de salir a la calle a luchar por el bienestar de nuestro país?

Ya no importan nuestros planes, metas y gustos porque lo esencial es seguir las tendencias.

No estamos de acuerdo con que se automaticen funciones que son realizadas por el ser humano, no nos entusiasma mucho la era robótica, pero nos entregamos voluntariamente en manos de los que van transformando a la humanidad en seres predecibles y controlables. Le ahorramos mucho dinero ya que su mayor inversión es hipnotizarnos para colocarnos en una correa mecánica que nos llevará hacia la misma dirección.

¿A caso no se sienten cansados de que les digan qué pensar, cómo actuar, qué vestir, cómo vivir?

Ser diferentes es lo que nos distingue y lo que hace que el mundo esté balanceado.

Necesitamos educarnos, aprender a cuestionar lo que nos presentan como "correcto", interesarnos más en el porqué de lo que ocurre a nuestro alrededor y ser más creativos.

Las tendencias más que acercarnos, nos pueden alejar de nuestro objetivo.

Tenemos que atrevernos a demostrar que somos capaces de liderar nuestra vida, dejando de ser seguidores de lo popular y lo superficial.

Basta de ser marionetas y vamos a convertirnos en seres que defienden sus ideales, sus creencias y su intelecto.

Detrás de cada uno de nosotros puede haber seres para quiénes somos modelos a seguir. Procuremos ayudarlos y guiarlos con nuestro ejemplo.

Vamos a involucrarnos con todo aquello que le añada valor y sentido a nuestra vida para dejar un buen legado a la generación que se levanta.

No es momento de seguir tendencias sino de perseguir nuestros sueños y trabajar para alcanzarlos.

viernes, 26 de agosto de 2016

Un día a la vez...



Los rayos del sol anuncian un nuevo día y nos invitan a ponernos de pie para continuar lo que habíamos comenzado.

No hemos abierto bien los ojos y ya nuestra mente empieza a generar pensamientos. Vivimos planificando lo que haremos al proximo día, el mes siguiente, el año próximo, agotando nuestras energías en lo que aún no ha pasado y olvidándonos del presente.

Pueden estar ocurriendo cosas maravillosas a nuestro alrededor, sin embargo la angustia y la incertidumbre que provoca un futuro incierto nos impide disfrutarlas.

El cerebro es un órgano poderoso donde podemos crear las ideas más grandiosas, pero también puede convertirse en un arma muy peligrosa cuando permitimos que nos ahogue con pensamientos negativos.

Tenemos la capacidad de identificar los pensamientos que nos hacen daño, si estamos atentos a las señales de nuestro cuerpo.

En ocasiones, un pensamiento provoca que se nos agite el corazón, experimentamos cambios drásticos en la temperatura de nuestro cuerpo, temblamos, sentimos dolor, temor y nos incomodamos. Esto puede ser saludable y necesario si necesitamos un impulso para salir de la zona de confort, sin embargo cuando es constante se convierte en algo perjudicial para nuestra salud.

Debemos aprender a controlar y/o sustituir los pensamientos, que en nada contribuyen a nuestro bienestar, por aquellos que nos animan y fortalecen.

Es bueno pensar en el futuro, excepto cuando los eventos y experiencias que nos ha tocado vivir generan tensión e incertidumbre.

Transformemos la forma de ver las cosas, poniendo todo nuestro entusiasmo en cada segundo, apreciando y valorando cada instante de alegría, amando como si no hubiera mañana, bebiéndonos la vida; sorbo a sorbo. Caminemos con el afán que teníamos cuando aprendimos a dar nuestros primeros pasos, celebrando ese gran logro...

Vivamos sin preocuparnos tanto para poder prevenir la fatiga física, mental y espiritual. Vamos a esmerarnos por hacer lo que sabemos y por aprender cosas nuevas que nos ayuden a ser mejores seres humanos y servir a los demás.

Tal vez lo mejor que nos puede pasar está ocurriendo en este momento y estamos perdiendo la oportunidad de disfrutarlo por nuestro empeño de vivir mirando hacia el futuro.

No importa cuantos sueños y planes podamos tener, vamos a detenernos para deleitarnos con un nuevo amanecer, una de las más hermosas manifestaciones de nuestro Creador.

Seamos pacientes y optimistas, aprendamos a vivir un día a la vez...

*Gracias a mi amada prima, Ana Zabala, por recordarme siempre poner en práctica el título de este escrito y a mi querido tío, Carlos Fernández, por facilitarme la foto, tomada por él, de un hermoso amanecer borincano.




viernes, 19 de agosto de 2016

Cuando nos adelantamos en la carrera de la vida...


¿Cúantas veces hemos querido adelantarnos en el tiempo porque la espera desespera?

Tomamos una prueba y queremos la calificación de inmediato. Nos hacemos unas pruebas médicas y deseamos que nos provean el resultado al momento.

Nos fijamos metas, que conocemos requieren de nuestra paciencia, dedicación y esfuerzo, sin embargo nos ejercemos presión para alcanzarlas lo más pronto posible porque la vida ha sido catalogada como una competencia y no queremos defraudar a quiénes tienen los ojos puestos en nosotros.

Deseamos resultados inmediatos porque para eso nos adelantamos en la carrera, para eso hemos luchado. Sin embargo, la vida nos enseña que por más que queramos adelantarnos, todo llega en el momento que corresponde y cada tropiezo no es señal de debilidad sino una lección que nos puede hacer crecer.

En el mundo que vivimos, fallar no es aceptable ya que cuando ocurre nos catalogan como perdedores y olvidan todo el esfuerzo que hemos hecho para alcanzar nuestro objetivo. Esto nos crea una falsa percepción de que si no hemos sido galardonados, no hemos tenido éxito. La realidad es que somos seres imperfectos, pero únicos. Por eso debemos procurar vivir nuestra vida sin querer asemejarnos a los demás.

¿Saben qué? En la vida...

* Se vale perder, porque al hacerlo también ganamos.
* Se vale sentir tristeza, coraje, frustración, porque con esas emociones nos limpiamos el alma, renacemos...
* Se vale caer, porque puede ser la mejor oportunidad para levantarnos con más fuerza.

Amemos nuestra humanidad sin importar que nuestra imperfección no cumpla con los requisitos que exige una sociedad IMPERFECTA.

El éxito y nuestro calibre no se pueden medir por una carrera, sino por todo lo que damos, sacrificamos y la pasión por lo que hacemos a lo largo de nuestra vida.

En los momentos que nos hemos sentidos derrotados y/o que hemos fallado, recibamos con cariño todas las expresiones de apoyo y buenos deseos de los que se acercan a nosotros. Sentirnos amados nos motivará a seguir adelante.

Aunque sintamos que, a causa de un suceso, hemos retrocedido siempre será bueno volver a empezar.

Solo debemos ser menos duros con nosotros mismos, creer en nuestra capacidad para superar las dificultades y tener una actitud optimista ante los retos que nos presente la vida.

Siempre habrá un camino por recorrer.

¡Vamos a regresar a la pista!


viernes, 12 de agosto de 2016

¿Y ahora qué hago?


Cuando nos enfrentamos a un evento inesperado y traumático pareciera que el tiempo se detiene y perdemos por un instante nuestra conexión con lo que ocurre a nuestro alrededor. Es esa sensación de oír, pero no escuchar, de ver, pero no observar...

De repente afloran las emociones. Algunas personas demuestran coraje, unos tristeza y otros simplemente suprimen sus sentimientos.

¡Llegan a la mente tantas interrogantes! Nos preguntamos: ¿Porqué?, ¿Qué pudimos haber hecho para impedirlo? Nos culpamos injustamente del suceso y hasta podemos sentir coraje con los demás.

En el aspecto personal, cuando parecía estar lista para salir de la pupa me sorprendió un evento inesperado que provocó mayor necesidad de mantenerme dentro de ella.

El exterior dolía. El sol ardía en mi piel. Sentir a las personas cerca de mí provocaba ansiedad, leer tantos mensajes de cariño y apoyo despertaban el recuerdo del suceso y me hacían llorar sin consuelo.

Por más fuertes y tolerantes que nos sintamos a veces hay eventos que nos toman por sorpresa y se presentan justo cuando nos sentimos más susceptibles. Es en esos momentos donde nos damos cuenta de nuestra sensibilidad como seres humanos.

Durante mi vida he tenido la oportunidad de conocer a muchas personas, a través de todos los roles que he ejercido: hija, estudiante, empleada, esposa, madre, entre otros...

Mi querida y amada madre, que es una mujer sabia, me enseñó con su ejemplo sobre la importancia de crear y mantener buenas relaciones a lo largo de la vida. Ser personas de bien, honestas, responsables y genuinas, no impedirá que se cierren puertas, pero permitirá que se abran las correctas. Esa es nuestra verdadera tarjeta de presentación.

A pesar de que he pasado por varias pérdidas: emocionales, materiales y personales, había olvidado la tristeza y el dolor que se siente en una despedida.

Reflexiono sobre aquellos que se despiden en un aeropuerto, en un cementerio, en la puerta de una empresa, en la puerta de su hogar...

Se cerró un capítulo que recordaré con mucho amor por todas las personas maravillosas que me dio la oportunidad de conocer y por todas aquellas a quien pude servir, sin embargo otro comenzará el cuál espero con mucha ilusión y deseos de continuar creando buenas relaciones.

Todos los momentos que hemos vivido, aquellos que nos permiten tocar el cielo y los que nos hacen tocar el suelo, son experiencias necesarias para crecer y reconocer que somos seres de mucho valor, capaces de celebrar nuestros logros pero también de superar las adversidades.

Aquellos que aman la lectura comprenderán la pregunta a continuación que es la que se hacen cada vez que finalizan un buen libro: ¿Y ahora qué hago? 

Por mi parte, retomaré la lectura de un nuevo libro, con la misma ilusión y pasión que le he puesto a los anteriores, porque el mundo está lleno de muchos e interesantes ejemplares.

Dedico este blog a mis familiares, amigos y compañeros de Loss Mitigation, quiénes se convirtieron en una familia extendida, que me han brindado su apoyo, cariño, amistad, solidaridad y me han ayudado a pasar la última página de este hermoso e interesante capítulo.

No les digo adiós sino hasta luego...

martes, 9 de agosto de 2016

El camino hacia nuestro propio encuentro...



Hay muchos seres humanos que llevan una doble vida: la que le muestran al mundo y la que llevan a escondidas. 

Ocurre en las relaciones entre padres e hijos y viceversa, entre parejas, en el ambiente laboral, entre familiares y entre otros tipos de relaciones. 

Según la Real Academia Española, la identidad es la conciencia que una persona tiene de ser ella misma y distinta a las demás.

En ocasiones las personas camaleónicas esconden su verdadera identidad porque va en contra de sus principios, de su cultura, de su moral, de lo que esperan sus seres queridos, por un trastorno emocional o porque puede tener repercusiones legales.

Si bien es cierto que los seres humanos tenemos derecho a ser libres, también es cierto que debemos hacer un alto para reflexionar sobre las consecuencias de nuestra conducta. 

¿Es verdaderamente conveniente y saludable llevar una vida en secreto?

No hay nada totalmente oculto bajo el sol: una infidelidad, un crimen, una adicción, faltar a la ley, una obsesión, nuestros gustos, lo que nos cautiva y apasiona, nada.

¿Estamos preparados para mostrarnos tal cuál somos? ¿Cuán capaces somos de perdonar nuestras faltas y enmendar nuestras vidas?

Hay quiénes luchan contra sus propios errores, mientras otros sueñan con la oportunidad de mostrarle al mundo su propia identidad...

Hace falta seres humanos que tengan el valor de mantener su frente en alto ante las críticas de la sociedad, de no dejarse seducir por el pesimismo de los que le rodean y dejar de ser sus mayores enemigos.

Un día nos levantaremos, como de costumbre, con el empeño de agradar a todos y nos colocaremos la máscara incorrecta para el escenario incorrecto quedando al descubierto.

Debemos recordar que no nacimos caminando, aprendimos tropezando y de eso precisamente trata la vida, de aprender de nuestras faltas sin aparentar ser perfectos.

La conciencia que mejor descansa es la de un ser genuino.

No hay necesidad de luchar contra nosotros mismos, más bien debemos echar a un lado la falsedad, la hipocresía y emprender el camino hacia nuestro propio encuentro.

Nadie dijo que sería fácil, sin embargo la libertad de ser uno mismo no tiene precio...

domingo, 31 de julio de 2016

Hoy va a ser un mal día...


Abrimos los ojos a un nuevo día y lo anuncian los periódicos, las redes sociales, los noticieros y las cuerdas vocales de personas a quienes le otorgamos el privilegio y derecho de ser una influencia para nosotros.

Una tragedia, una pérdida, las inclemencias del tiempo, una meta no alcanzada, un exámen reprobado, las tostadas que se nos quemaron en la mañana, en fin, ¿Qué más nos va a pasar?

Repetimos en nuestra mente todo aquello que leemos, vemos y escuchamos. Ni el café mañanero ni el jugo de china natural nos ayudarán a recuperar la energía que consumimos con pensamientos negativos.

Caminamos cabizbajos, tal como desea tenernos el gobierno, las personas pesimistas y las empresas multimillonarias que nos despojan de esperanzas y de lo esencial para crear crisis, como si ya no hubiera nada mas que hacer, nada por lo que luchar...

¿Se le ocurrirá a alguien levantar la cabeza y sorprenderse con el resplandor del sol, que va lanzando sus rayos dorados en medio de un cielo hermoso y despejado? ¿Será realmente un mal día?

No hay porque creer todo lo que leemos o escuchamos. Basta con darnos la oportunidad de confiar en lo que podemos ver, no a través de los demás sino a través de nosotros mismos.

¿Seremos capaces de utilizar capa y sombrilla bajo un día soleado, simplemente porque nos anunciaron que amanecería lloviendo?

Nos educaron para ser seguidores de supuestos líderes y nos exhortan a que caminemos con vendas en los ojos confiados en la capacidad que estos tienen de llevarnos por el camino correcto, aunque esto signifique caer por un precipicio.

Y si nos quitamos la venda y abrimos los ojos ante el presentimiento de que nos estamos acercando al vacío, ¿nos detendríamos para tomar otro camino o pensaríamos que ya llegamos a nuestro destino y así es como debe ser?

Hay personas que creen que por el hecho de tener un puesto de poder en el gobierno, en una empresa o institución, son líderes y lamentablemente el título les queda grandes y su ocupación no lo garantiza, sino su actitud.

Un lider guía, administra, asume responsabilidades, se confunde con los de su equipo y motiva.

Todos somos líderes de nuestra vida, pero vivimos con temor a lo desconocido, a la opinión de los demás, a que las decisiones que tomemos no sean las correctas, a arriesgarnos, a sufrir y a la muerte, cuando para esta última lo único que necesitamos es estar vivos.

Hace falta mas líderes capaces de tomar las riendas de su vida con optimismo, compromiso, responsabilidad, motivación y valentía.

Hoy va a ser el peor o mejor día que queramos tener. Depende de nosotros...

sábado, 2 de julio de 2016

Contemplando el perdón


¡Cuanto tiempo de mi vida había consumido bajo coraje, tristeza y frustración a causa del daño que otras personas me habían hecho!

Pude haber mantenido vivas las experiencias para asegurarme que esos sentimientos seguían presentes en mi corazón y así poder justificar una conducta rencorosa.

Cuando leía, escuchaba y hasta cuando fui testigo de un acto de perdón llegué a hacerme de la vista larga pues entendía que nadie tenía derecho a guiarme por un camino que no deseaba recorrer. ¿Que sabían los demás sino fueron víctimas?

Para convencerme de haber asumido la actitud correcta comencé a alimentar mi ego con palabras como: dignidad, traición, respeto y daño, que eran reales sin embargo no eran suficientes para llenar el vacío que sentía en mi interior. Creía que intentar salir de ese ciclo era un atentado hacia el amor propio.

Seguían pasando los días, meses y hasta los años en los que cuando estaba a solas y me quitaba la coraza, con la que me enfrentaba al mundo, dejaba salir el dolor que había conservado por tanto tiempo para que se manifestara y me hiciera recordar porque debía ser así.

El rencor es muy poderoso, un asesino silencioso que acaba con la salud, destruye la autoestima, elimina la alegría y apuñala el corazón, dejándonos sin amor. Nos convierte en seres irreconocibles, incapaces de alcanzar lo que más deseamos: paz y felicidad.

La venganza y el odio me alejaban cada vez más de mi verdadero fin. ¿Por qué mente pasaría que como víctima me resignara y perdonara a quienes tanto daño me hicieron? A caso debía poner la otra mejilla para que siguieran mostrando el poder que tenían sobre mi? ¿Cúantas preguntas y/o razones podría establecer para sustentar mi posición?

Para espantar a la humildad solía repetir frases tales como: "El que la hace, la paga", "Que los perdone Dios, Yo no tengo porqué hacerlo", sin darme cuenta de que la verdadera afectada era yo misma.

Me detuve a observar como vivían las personas que me habían hecho daño y me di cuenta que llevaban una vida, aparentemente, normal mientras había desperdiciado tanto tiempo manteniendo vivos los sucesos que causaron mi desdicha.

¿Cómo podía avanzar en la vida, detenida en el pasado? Definitivamente no estaba viviendo como deseaba y como merecía. Algo en mi interior debía cambiar.

Un día una persona, que aprecio mucho, compartió una experiencia que tuvo, la cuál resultó ser uno de los actos de perdón más hermosos:

Un padre agonizaba en un hospital, mientras su esposa e hijastros esperaban el momento de su muerte.

El hombre no hablaba, había dejado de comer y ya no se levantaba de la cama. El cuadro clínico era muy desalentador.

Tenía un hijo de sangre que había abandonado, desde muy pequeño, cuando se divorció de su primera esposa. A pesar de que ambos estaban distanciados, un familiar decidió comunicarle al joven el estado de gravedad de su padre, pero era tanto el coraje y la frustración que sentía en su corazón que decidió ignorar el aviso.

El joven pensaba en todas las veces que esperó a su padre sin que este fuera a visitarle, las llamadas que nunca le contestó, recordó todas las carencias, pérdidas y desgracias que tuvo que afrontar por su ausencia, que veía a la indiferencia, en ese momento, como su mejor aliada y como un castigo para su padre.

Quería demostrarle al mundo cuán fuerte era mientras sentía en su interior como se iba desplomando la edificación (su orgullo) que construyó sobre terreno inestable.

Había decidido reconstruir una vida en la que los buenos momentos, que vivió con su padre, no existieran. Era más el daño que le hizo su ausencia durante tantos años que el bien que causaron sus visitas esporádicas. Al menos eso era lo que el joven quería creer.

Una noche mientras dormía recibió la llamada de su madrastra que, entre llantos, le advertía del estado de gravedad de su padre y le pedía que fuera a verlo. La familia comprendía la necesidad de que un consejero espiritual le visitara, pues tal vez no quedaba mucho tiempo y podía tener la necesidad de hablar sobre asuntos, que muchas veces como seres humanos nos inquietan sin embargo se espera hasta el último momento para resolver.

El hijo decidió ir a ver a su padre. De casualidad llegó al mismo tiempo que un sacerdote que fue a visitarlo.

Los sentimientos no se hicieron esperar. El padre pudo hablar con su hijo, a quien entre llantos le pidió perdón por haber estado tan ausente en su vida. Ambos se confundieron entre lágrimas y abrazos. Tambien tuvo la oportunidad de recibir dirección espiritual y los Santos Óleos, presentando una increíble mejoría.

Este suceso, del que varias personas fueron testigos, me permitió comprender el poder sanador del perdón. Un padre que tal vez se sentía culpable en silencio por su ausencia en la vida de su hijo pudo perdonarse a sí mismo. Mientras, un hijo recibía el regalo más esperado: el arrepentimiento y la petición de perdón de su padre, algo que no hubiera ocurrido del joven no haberse liberado del rencor.

Ambos ganaron más tiempo de vida y me ayudaron a reflexionar sobre los beneficios personales del perdón.

El rencor nos convierte en presos de una vida sin sentido, sin salud, sin éxito y sin amor.

"El mundo nos pide que odiemos, Dios nos pide que amemos". P. Tomas Galarza

Tal vez son pocas las personas que pueden tener la oportunidad de que el victimario les pida disculpas, sin embargo tomar la iniciativa de perdonar sin esperar el arrepentimiento del otro nos libera, nos hace crecer y nos permite recuperar el propósito de nuestra vida.

El perdón, para los que creemos en Dios, es una encomienda y una lección de vida que nos dio Jesús. Para todos los seres humanos es la llave que abre las puertas al amor y a la verdadera felicidad.

Quien perdona gana más que el que es perdonado.

Miremos al perdón frente a frente con valentía y esperanza, abriendo nuestro corazón para recibir la libertad y la paz que nos obsequia, como la que experimentamos al observar la caída del sol luego de un dia retante...

Vamos a despojarnos de la carga tan pesada que llevamos dentro y que nos impide avanzar en el camino. Hagamos un acto de amor propio contemplando el perdón como la ruta segura para encontrar la felicidad.