Diario de una mariposa

Diario de una mariposa

viernes, 17 de diciembre de 2021

No se trata de ti, se trata de mí…

 



Vamos por la vida señalando a aquellos que de una manera u otra no nos han correspondido como esperábamos. Quizás no estuvieron para nosotros cuando más les necesitamos o no contaron con nosotros en sus momentos de necesidad. Es posible que estemos enojados o tristes porque nos hicieron daño y nunca se disculparon. Tal vez se alejaron sin darnos explicación y ese silencio ensordecedor nos hizo más daño que un insulto a los cuatro vientos…


Qué difícil es vivir arrastrando esa carga de resentimientos que, con toda probabilidad, la persona que la ocasionó ni esté enterada de lo pesada que ha sido para nosotros o peor aún, ni sepa que la provocó.


Por eso debemos reflexionar sobre el tema y pensar por un momento cómo podría cambiar nuestra vida si decidiéramos soltar y asumir nuestra responsabilidad. A veces esperamos una disculpa que nunca llega o al menos una aceptación de los hechos para sentir que hemos ganado y/o que tenemos la razón. Ponemos nuestro orgullo y dignidad por encima de todo. Sin embargo, en un abrir y cerrar de ojos ese momento se hizo días, esos días se hicieron meses y esos meses se hicieron años que hemos perdido por no haberle dado a la paz mental el puesto que merecía…


Si tan solo tuviéramos el valor de decir: “No se trata de ti, se trata de mí por haber esperado algo que no podías dar, por ilusionarme con lo que nunca prometiste, por pretender que entendieras lo que nunca te expliqué, por empeñarme en que valoraras algo que sólo era importante para mí y por creer que pensábamos igual”.


Sería mejor si en vez de esperar más de los demás nos dejáramos sorprender, convirtiendo en alegría y gratitud, lo que pudo haber sido una gran decepción. 


Que tal si le damos el valor, lugar e importancia a lo que verdaderamente merece nuestra atención y dejamos de crear cuentos e historias de fantasías en nuestra mente que solo consumirán nuestro tiempo y nuestra energía. 


La vida puede ser tan complicada o tan simple como queramos. Cuidemos y disfrutemos de aquello que nos hace sentir bien y nos produce felicidad sin condicionarlo a tener compañía. 


Si vas esperar más de alguien, que sea de ti. 💖


Escrito por Norma Riera Fernández

Foto cortesía de Norma Fernández Rodríguez 









lunes, 13 de diciembre de 2021

La paz que anhelamos en el mundo comienza en el hogar…

 


Nos escandalizamos por las diferentes modalidades de violencia que se están manifestando a nivel mundial. 


Nos enfocamos en el acto, pero muy pocas veces reflexionamos sobre el trasfondo: crianza, educación, modales, valores, reconocimiento de Dios y el respeto por la vida…


Cuando empezamos a justificar un comportamiento inadecuado en niños, jóvenes y/o adultos, dejamos de buscar soluciones, para ser parte del problema.


Un niño que grita, agrede y/o rompe no se le aplaude, ni se le celebra su comportamiento, sino más bien se le corrige y educa para que pueda manejar sus emociones. 


A un niño pequeño que se le enseña que si le dan tiene que dar para atrás porque tiene que defenderse, lo estamos privando de herramientas para manejar la ira y las situaciones difíciles, que pueden ser de gran utilidad cuando llegue a la adultez. 


Los pequeños son criaturas inocentes, que no tienen malicia ni maldad. Por eso vemos que pueden pelearse entre sí y luego comparten como si nada hubiera pasado. ¿Para qué sembrar en sus corazones el rencor y el deseo de venganza si hay otras maneras de manejar las diferencias? 


Un joven que se cree con el derecho de: llegar tarde a la casa, no pedir autorización a sus padres o encargados y/o mantener una comunicación constante para dejar saber donde se encuentra, exigirle a sus padres que le provean lo que económicamente no le pueden ofrecer, adoptar vicios o adicciones, faltar el respeto y reclamar una independencia que no tiene la madurez de asumir en todos sus sentidos, necesita: corrección, reconocer y respetar la autoridad representada en sus padres.


Cuando soltamos nuestro rol como padres nos convertimos en parte del problema porque más que tratar de ser amigos de nuestros hijos y ser permisibles, debemos reconocer nuestra responsabilidad como adultos y su necesidad de dirección. 


Cuando nos enfocamos en enseñarles a nuestros niños y jóvenes que su valor como persona lo define su ropa, sus zapatos, sus posesiones y la de sus padres, su clase social, su color, su género, sus calificaciones, su preparación académica y sus creencias, realmente estamos fomentando el desprecio por los que son diferentes y/o carecen de lo que ellos gozan.


¿Que pasará con ese niño cuando de adulto se enfrente a un fracaso, a una pérdida o una situación que lo ponga en desventaja? ¿Creerá que perdió su valor como ser humano? ¿Será capaz de reponerse y/o superar la situación? 


Una sociedad sin orden, sin respeto, sin valores, sin adultos que guíen y velen por los más jóvenes, sin empatía y sin amor es como un campo de exterminio, un verdadero Holocausto…


La paz que tanto anhelamos en el mundo comienza en el hogar. 


Escrito por: Norma Riera Fernández 

Foto cortesía de: Norma Fernández Rodríguez 

domingo, 14 de noviembre de 2021

El Lupus llegó a mi vida…

 


Cuando buscaba el nombre que le daría a esta página pensaba en uno con el que pudiera identificarme y que pudiera representar lo que ha sido mi vida. Pensé en lo que es el proceso de transformación de una mariposa y cómo fue que descubrí mi amor por la escritura y de allí salió: El Diario de una mariposa.


Recuerdo que fue para el año 2016 que decidí crear este blog personal, gracias a la recomendación de Dianiluz Cora, una mujer encantadora, CEC Coach y escritora a quien conocí a través de las redes sociales, luego adquirí su libro: “Tocando Cielo” y tiempo más tarde tuve la dicha de conocerla personalmente junto a otras dos mujeres extraordinarias, Aixa y Diana en el festival: “Grito de Mujer” que se llevó a cabo en un pueblo del area oeste de Puerto Rico para ese mismo año. 


Jamás pensé que esa mariposa que había escogido para compartir con ustedes este espacio de escritura libre, se convirtiera en el símbolo de una condición de salud que me diagnosticarían cuatro años más tarde. En medio de la incertidumbre, el temor, la ansiedad, las limitaciones y las pérdidas que provocó la pandemia del COVID 19, El Lupus llegó a mi vida…


Había escuchado sobre la condición, pero, como muchas personas, no sabía con exactitud lo que era, ni todas las formas en que podía manifestarse y mucho menos que sería parte de mí. 


El lupus es una enfermedad autoinmunitaria crónica y compleja que puede afectar las articulaciones, la piel, el cerebro, los pulmones, los riñones y los vasos sanguíneos de manera que provoca inflamación generalizada y daño del tejido en los órganos afectados (ficha informativa de los CDC). Al momento no tiene cura y sus síntomas son diversos. Puede estar silenciosa y a su vez causando estragos en el interior. Es mayormente impredecible, nunca sabes cómo y en qué parte del cuerpo se va a manifestar. Hoy puedes sentirte bien y mañana levantarte como si un camión te hubiera pasado por encima. La condición afecta física y emocionalmente, por la lucha interna que desencadena, la incertidumbre, la frustración, tristeza, dolor, fatiga, el proceso de aceptar que vive en ti y que muchos no entenderán lo que sientes. 


Sé qué hay muchas personas lidiando con esta y otras condiciones. Mi respeto, apoyo, solidaridad y admiración por cada uno de ellos. Por mi parte no le había dado tanto importancia a la frase: “Un día a la vez”, hasta que entendí que es una de las mejores recomendaciones para vivir con optimismo y esperanza en medio de las situaciones que no están en nuestro control. La fe, paciencia, perseverancia, responsabilidad y auto compasión son esenciales para seguir adelante. Algunos pensarán que la auto compasión es una ñoñería, pero saben cuántas personas son severamente injustos con ellos mismos, dejando de cuidarse, entenderse, respetarse y terminan en depresión, arrastrados por vicios, relaciones tóxicas, infelices y muertos en vida? 


Todo empieza con uno. Lo que desees ver en los demás, comiénzalo en ti. Aquello que te da felicidad, hazlo con frecuencia. Si necesitas hacer un alto, no lo pienses dos veces, pues es mejor ir despacio y llegar al lugar indicado que ir de prisa y perderte. Comprende que eres distinto y que no tienes que encajar en todo y con todos. Procura no hacerte daño ni hacer daño a los demás. 


No olvides que eres un ser valioso que merece ser feliz y para ello no tienes que estar totalmente sano y/o ser perfecto. No tienes que esperar a que alguien descubra lo maravilloso que eres, lo diga y/o te haga sentir. Lo que necesitas está dentro de ti. ¡Búscalo, disfrútalo y compártelo con el universo! 


Escrito por Norma Riera Fernández 

Foto cortesía de Norma Fernández 

viernes, 12 de noviembre de 2021

De todo un poco…

 


Estamos acostumbrados a hacer varias cosas a la vez y en ocasiones nos encontramos buscando en nuestra mente qué era lo que íbamos a buscar o hacer. Eso nos demuestra que aunque podamos ser “multitasking” hay momentos en que tenemos que decidir a qué le vamos a prestar atención primero porque en algo vamos a fallar. Si queremos aprender algo y necesitamos estar concentrados, es importante alejarnos de las distracciones tales como: el celular, la televisión, tareas pendientes, personas a nuestro alrededor y hasta nuestros pensamientos. Si como adultos nos distraemos con facilidad y se nos hace difícil, imaginen lo que puede pasar con un niño. Por eso es importante que se pueda separar tiempo y espacio para que los niños puedan estudiar sin distraerse, creando un ambiente que propicie el aprendizaje y que conozcan la importancia de la educación. Dejar que ellos tomen el control de lo que hacen y cuando lo hacen es un acto irresponsable de quiénes deben velar por su conducta y sus acciones. Como niños que son no tienen la capacidad ni la madurez para decidir lo que es mejor para ellos y si creamos una disciplina desde pequeños tendrán mayor probabilidad de mantenerla de adultos. 


La tecnología está jugando un rol importante en la vida de los seres humanos. La educación, el trabajo, el entretenimiento, la “socialización”, los servicios, las finanzas y la vida cotidiana la estamos manejando desde un artefacto electrónico. Es excelente poder resolver y hacer tantas cosas a la vez desde cualquier lugar donde nos encontremos, pero ¡cuidado!, hay actividades, gestiones y comunicaciones que se afectan adversamente con el uso excesivo de la tecnología. No todo está hecho para resolverse desde una pantalla electrónica. Las relaciones y la comunicación necesitan otros medios para que puedan ser efectivas. 


¿Cuántas veces hemos malinterpretado un mensaje porque no sabemos si nos están haciendo una pregunta, una aseveración o nos están dando una orden? Quizás percibimos que la persona que nos envió el mensaje tiene coraje con nosotros o demuestra poca importancia sobre el asunto porque su manera de escribir es fría, seca e indiferente. Se nos olvidan los buenos modales como un: ¡Hola!, ¡Buenos días!, ¿Como estás?, ¡Gracias!, ¡Disculpa!, etc… De cierta manera vamos perdiendo la práctica de mostrar afecto, interés, respeto y cordialidad que son tan importantes en las relaciones humanas y la comunicación. 


No nos encontramos en el mar a la deriva, estamos en tierra firme y por tal razón tenemos el control de hacia dónde vamos. No podemos culpar a la tecnología, a la distancia, a la evolución, a la pandemia y mucho menos a nuestro pasado. Somos lo que queremos ser y estamos donde queremos estar y si esa aseveración es falsa, entonces tenemos que movernos, pasar la página, asumir responsabilidad y dejarnos de excusas baratas. 


Un niño no tiene control de las experiencias que le toca vivir durante su infancia, pero de adulto tiene en sus manos la decisión de qué dirección va a tomar y si desea conservar lo que aprendió o desea crear una nueva vida donde pueda colocar todo aquello que es importante para sí y que le permite ser feliz. Hay tantas personas infelices, tantas familias disfuncionales, parejas que no se complementan ni se apoyan el uno al otro porque en muchos casos no sueltan ese equipaje de tragedias, desilusiones, traumas y experiencias que tanto daño les han hecho. Muchas veces pagan quiénes menos tienen culpa…


Y así como empecé escribiendo de una cosa, terminé con otro tema, pero todo lleva a la conclusión de que somos capaces de tener el control, somos responsables de nuestras acciones, en nuestras manos está establecer prioridades y mantener buenas relaciones con los demás. 


Si algo o alguien es importante para nosotros, vamos a demostrarlo.


Escrito por Norma Riera Fernández 


domingo, 7 de noviembre de 2021

Hijos Huéspedes…

 

Cuando éramos niños alguien cuidó de nosotros. Quizás fueron nuestros padres, nuestros abuelos, nuestros tíos o alguien que asumió nuestra crianza y cuidado. Durante esa etapa dependíamos de un adulto para satisfacer nuestras necesidades básicas de alimentación, abrigo, techo, cuidados, afecto y educación. Esas personas que estuvieron a cargo de nosotros se convirtieron en nuestros guías y modelos a seguir. Con el paso del tiempo fuimos creciendo y nuestras necesidades cambiaron. Tuvimos la oportunidad de conocer a otras personas con las que interactuamos, observamos su conducta, sus costumbres y quizás con los que nos identificamos. Para bien o para mal, todo cambió…


Llega un momento en el que el núcleo familiar se compone de adultos con personalidades, costumbres, conducta, necesidades y gustos distintos, poniendo en riesgo el respeto, la tolerancia, el sentido de pertenencia, el concepto de familia y otros aspectos necesarios para vivir en armonía. 


Algunos jóvenes adultos comienzan a reclamar su derecho a la “libertad”, “independencia”, “privacidad” pero sin querer perder su derecho a que le provean un techo, alimento, que le resuelvan cualquier situación que se les presente y hasta se aferran a la idea de que las responsabilidades del hogar recaen únicamente sobre sus padres y/o cuidadores. No se ven como miembros de una familia que necesita cuidado, atención, comunicación y en la que también deben asumir ciertas responsabilidades sino que se convierten en Hijos Huéspedes…


La familia pasa a segundo o tercer plano y se vuelven más atentos a los asuntos de sus amigos, parejas y/o los propios. La indiferencia antes la necesidades y situaciones que pasan los que han estado allí para ellos, es un mal que les arropa el corazón y les convierte en seres insensibles. 


Utilizamos mucho el concepto del sentido común, pero en ocasiones no reflexionamos sobre su significado. 


Según la Real Academia Española, el sentido común es la capacidad de entender o juzgar de forma razonable. 


Una de las características del ser humano es su capacidad de razonar, así que una cosa es hacernos de la vista larga ante lo que vemos y sabemos y otra cosa es estar totalmente ajenos a lo que ocurre. 


El que alguien no pida ayuda, no significa que no la necesita. Dice un refrán que: “Lo que se ve no se pregunta”.


Ningún padre y/o cuidador es perfecto. Hay unos que no fueron para nada buenos, sin embargo, muchos han procurado proveerle a sus pequeños todo cuanto han necesitado, aún sin haber tenido un modelo adecuado a seguir y en ocasiones bajo grandes sacrificios. Lo que dieron fue de forma desinteresada y con la mejor intención de levantar seres humanos de bien, lo menos que merecen es la indiferencia, la falta de cariño, atención y apoyo por parte de esos seres que tanto cuidaron. 


Escrito por Norma Riera Fernández 

Foto cortesía de Norma Fernández 


 


lunes, 6 de septiembre de 2021

Los pensamientos pueden agotarnos más que el esfuerzo físico…


Decimos que estamos agotados mentalmente cuando nos sentimos cansados de luchar, desatendidos, desamparados, sin esperanza, impotentes, incapaces, fracasados, desanimados, faltos de amor y muchos otros sentimientos más…


Podemos sentir que estamos en un callejón sin salida, pero se nos olvida que somos capaces de tener el control y de movernos hacia otra decisión.


Utilicemos a nuestro favor esa fuerza que viene de nuestro interior para sanar, tener esperanza, ser optimistas, crear, cuidar, agradecer, contemplar, luchar, descansar cuando sea necesario, amar y encontrar esa alegría que nos brinde energía positiva y nos permita seguir adelante con fe y perseverancia. 


Solo así podremos mantener la calma, el enfoque y la paz en medio de las dificultades…


Con una mente positiva no habrá esfuerzo físico que pueda agotarnos totalmente.


¡Cuidemos nuestros pensamientos! 


Escrito por: Norma Riera Fernández








lunes, 3 de mayo de 2021

Violencia, temor y silencio...


Con este escrito no pretendo faltar el respeto, señalar, juzgar, ni culpar a nadie. Mucho menos deseo provocarles pena ni victimizarme. Lo presento a ustedes con el propósito de transmitir un mensaje de empatía, apoyo y abrirle los ojos y los sentidos a aquellas personas que estén pasando por una experiencia de violencia y maltrato. No todo es como parece. Hay silencios que pueden ser traumáticos y graves.


Quizás alguno de ustedes no esté preparado para leer lo que presentaré a continuación, sin embargo conocen parte de la historia. Como dice el refrán: “Nadie sabe lo qué hay en la olla más que la cuchara que la menea”.


Es imposible para un sobreviviente de maltrato, hacerse de la vista larga ante los casos de violencia que hemos vivido recientemente en nuestro país. No tenemos que haber pasado exactamente lo mismo para sentir la angustia, la impotencia, el temor y la frustración que vive una víctima de violencia.


Por muchos años viví el terror de estar bajo el mismo techo de un agresor físico y emocional que era capaz de manipular, controlar y demostrarle a la sociedad que era un buen padre, esposo, en fin un hombre ejemplar. Ayudaba al que lo necesitara en la calle, pero hacía del seno familiar un infierno...


Perdí la cuenta de las noches que me iba a la cama temblando, con el estómago retorcido y el corazón en la garganta. Le rogaba a Dios que esa noche, que de seguro vendría borracho, no llegara agresivo y me levantara a cantazos o me despertaran los gritos de mi mamá. Muchas veces tuvieron que recogernos mis tíos para llevarnos a casa de mi abuela para poder dormir tranquilos y a salvo. Otras veces fue más vergonzoso y dormimos en casa de vecinos bondadosos que nos abrían las puertas de su hogar tarde en la noche para darnos unas horas de tranquilidad. 


No sé cuántas veces me dijo que Yo no era nadie y que cuando se enteró que había nacido niña se sintió decepcionado. Cuántas veces me castigó injustamente cortando los cables del auto o guiando a 5 millas en la carretera para que llegara tarde a la escuela y me dieran una reprimenda. Cuántas medallas y trofeos se hicieron invisibles a su vista porque lo que viniera de mí no tenía importancia. Se encargó de hacerme sentir como basura y de cuestionar la veracidad de mis buenas calificaciones y logros como si entendiera que por ser mujer era menos inteligente. 


Hubo varios sucesos violentos y traumáticos que viví desde muy pequeña, algunos no los recuerdo pero supe de ellos ya siendo adulta y de igual manera destruyeron mi corazón. 


Recuerdo que me crié en un ambiente de violencia, temor y silencio...


Si le contaba a alguien, me podían llevar con el Departamento de la Familia y me removerían del hogar y me alejarían de mi familia. Por otra parte debía ocultar la marca de los golpes que me propiciaba porque nadie tenía porqué enterarse de ello. Y era importante respetarlo porque de todas maneras: era mi papá...


¿Que pretendo con este relato? Abrir los ojos de las mujeres que están siendo maltratadas, sometidas y silenciadas para que se den cuenta que esto no es aceptable y tampoco es normal. Quien te ama no te hiere, no te ofende, no te agrede, no te utiliza, no te engaña y no te minimiza. 


Cuando una mujer que también es madre tolera y se mantiene en un ambiente violento se lleva arrastrados con ella a sus hijos. TODOS se afectan. TODOS son víctimas. 


No podemos justificar lo injustificable!

No podemos hacernos de la vista larga ante la violencia y el maltrato! 


Por mi parte agradezco a quiénes nos apoyaron en esos momentos de angustias, pero a la vez pienso que el silencio, el temor, la falta de denunciar lo que vivimos y de hacer valer nuestros derechos pudo habernos hecho parte de las estadísticas de personas que hoy no están en este mundo porque murieron en las manos de su agresor. 


Esto se vive en las mejores familias, en los hogares que parecen ser ejemplares, en las parejas que parecen perfectas. El problema es la inacción y el silencio por temor y/o vergüenza. 


Ojalá mis hijos sientan la confianza en nosotros, sus padres, cuando su paz y su seguridad sean violentadas.  


¿Porqué callar cuando llegamos a este mundo gritando?


Seamos solidarios, brindemos apoyo y denunciemos la violencia. 


Todos tenemos derecho a la paz, a ser respetados y a tener una vida digna. 


Escrito por Norma Riera








domingo, 11 de abril de 2021

¡Vive!


Desde que abres los ojos al despertar y te haces consciente de la respiración y los latidos de tu corazón...


Vive para crear, para crecer, para aprender, para cuidar, para servir y hacer el bien.


Echa a un lado la maldad, la envidia, el egoísmo, el rencor, la pereza, el pesimismo y reconócete capaz de ser mejor, independientemente de cómo sean los demás.


Ayuda a quien te necesite y si es posible, invítale a recorrer contigo el camino, pero si desea quedarse donde está, respeta su decisión y no te detengas pues cada quien tiene el derecho y la libertad de elegir qué hacer con su vida y hacia donde ir. Sigue tu misión, persigue tus sueños...


Agradece por los que estuvieron, por los que están y los que vendrán ya que cada uno tiene un propósito, una enseñanza...


Aprende que eres libre de ser, de estar y de ir a donde quieras, procurando que en tus decisiones puedas evolucionar. Recuerda que también los demás cuentan con el mismo derecho, así que no quieras amarrar a nadie. 


No le perteneces a nadie, ni a tus padres, ni a tu pareja, ni a tus seres queridos, ni a tus amigos sino a ti mismo y lo que es de uno: se cuida, se admira, se protege y se ama. 


Suelta lo que te entristece, lo que te destruye, lo que te aleja de tus metas, lo que te hace daño, lo que te detiene...


Saca la basura que tienes en tu mente, en el baúl de los recuerdos y toda aquella podredumbre que tienes a tu alrededor y daña tus sentimientos.


Deja de estar pensando que todos quieren hacerte daño, que la gente buena no existe y que tu desdicha es culpa de los demás. Mejor aprende a asumir responsabilidad de tus acciones y de tus decisiones, que es lo único de lo que tienes control y lo que puedes mejorar.


Reconoce tus errores, aprende a disculparte, a perdonar, más aún contigo mismo (a).


Vive el momento, deléitate con lo simple, con lo que no cuesta dinero, con lo puedes llevarte el día que te toque partir de este mundo.


La vida no es una competencia para determinar quién es el mejor, quién tiene más, quién alcanza más logros, sino más bien es un camino que a todos nos corresponde recorrer, reconociendo que aunque somos seres individuales somos parte de un todo y que tarde o temprano lo que demos, será lo que recibiremos.


Así que, deja de estar condicionando tu actitud y tus acciones a lo que hagan los demás, no sea que te conviertas en esa persona que tanto señalas y repugnas. 


Sabe, la vida viene con una variedad de experiencias: unas agradables, que hacen que tu corazón salte de alegría y otras que prueban tu fortaleza y tu resistencia, sin embargo ese conjunto de vivencias son necesarias para crecer y aprender. 


Pese a cualquier dificultad, alimenta tu mente de pensamientos positivos, ten fe, reconcíliate con Dios y contigo mismo (a). Las tormentas llegarán, sin embargo por más fuerte que llueva, por más truenos que caigan, por más destrucción que puedas presenciar, el sol vuelve a salir. 


Vive, sin hacerte daño a ti, sin hacerle daño a la naturaleza, a los animales y sin hacerle daño a nadie. 


Quizás sea la última oportunidad que tengas de vivir como deseas, como mereces, de enmendar tus errores y de hacerlo bien. 


Elige lo que te haga bien y te permita ser feliz. 


¡Vive y deja vivir! 


Escrito por: Norma Riera Fernández