Diario de una mariposa

Diario de una mariposa

lunes, 3 de mayo de 2021

Violencia, temor y silencio...


Con este escrito no pretendo faltar el respeto, señalar, juzgar, ni culpar a nadie. Mucho menos deseo provocarles pena ni victimizarme. Lo presento a ustedes con el propósito de transmitir un mensaje de empatía, apoyo y abrirle los ojos y los sentidos a aquellas personas que estén pasando por una experiencia de violencia y maltrato. No todo es como parece. Hay silencios que pueden ser traumáticos y graves.


Quizás alguno de ustedes no esté preparado para leer lo que presentaré a continuación, sin embargo conocen parte de la historia. Como dice el refrán: “Nadie sabe lo qué hay en la olla más que la cuchara que la menea”.


Es imposible para un sobreviviente de maltrato, hacerse de la vista larga ante los casos de violencia que hemos vivido recientemente en nuestro país. No tenemos que haber pasado exactamente lo mismo para sentir la angustia, la impotencia, el temor y la frustración que vive una víctima de violencia.


Por muchos años viví el terror de estar bajo el mismo techo de un agresor físico y emocional que era capaz de manipular, controlar y demostrarle a la sociedad que era un buen padre, esposo, en fin un hombre ejemplar. Ayudaba al que lo necesitara en la calle, pero hacía del seno familiar un infierno...


Perdí la cuenta de las noches que me iba a la cama temblando, con el estómago retorcido y el corazón en la garganta. Le rogaba a Dios que esa noche, que de seguro vendría borracho, no llegara agresivo y me levantara a cantazos o me despertaran los gritos de mi mamá. Muchas veces tuvieron que recogernos mis tíos para llevarnos a casa de mi abuela para poder dormir tranquilos y a salvo. Otras veces fue más vergonzoso y dormimos en casa de vecinos bondadosos que nos abrían las puertas de su hogar tarde en la noche para darnos unas horas de tranquilidad. 


No sé cuántas veces me dijo que Yo no era nadie y que cuando se enteró que había nacido niña se sintió decepcionado. Cuántas veces me castigó injustamente cortando los cables del auto o guiando a 5 millas en la carretera para que llegara tarde a la escuela y me dieran una reprimenda. Cuántas medallas y trofeos se hicieron invisibles a su vista porque lo que viniera de mí no tenía importancia. Se encargó de hacerme sentir como basura y de cuestionar la veracidad de mis buenas calificaciones y logros como si entendiera que por ser mujer era menos inteligente. 


Hubo varios sucesos violentos y traumáticos que viví desde muy pequeña, algunos no los recuerdo pero supe de ellos ya siendo adulta y de igual manera destruyeron mi corazón. 


Recuerdo que me crié en un ambiente de violencia, temor y silencio...


Si le contaba a alguien, me podían llevar con el Departamento de la Familia y me removerían del hogar y me alejarían de mi familia. Por otra parte debía ocultar la marca de los golpes que me propiciaba porque nadie tenía porqué enterarse de ello. Y era importante respetarlo porque de todas maneras: era mi papá...


¿Que pretendo con este relato? Abrir los ojos de las mujeres que están siendo maltratadas, sometidas y silenciadas para que se den cuenta que esto no es aceptable y tampoco es normal. Quien te ama no te hiere, no te ofende, no te agrede, no te utiliza, no te engaña y no te minimiza. 


Cuando una mujer que también es madre tolera y se mantiene en un ambiente violento se lleva arrastrados con ella a sus hijos. TODOS se afectan. TODOS son víctimas. 


No podemos justificar lo injustificable!

No podemos hacernos de la vista larga ante la violencia y el maltrato! 


Por mi parte agradezco a quiénes nos apoyaron en esos momentos de angustias, pero a la vez pienso que el silencio, el temor, la falta de denunciar lo que vivimos y de hacer valer nuestros derechos pudo habernos hecho parte de las estadísticas de personas que hoy no están en este mundo porque murieron en las manos de su agresor. 


Esto se vive en las mejores familias, en los hogares que parecen ser ejemplares, en las parejas que parecen perfectas. El problema es la inacción y el silencio por temor y/o vergüenza. 


Ojalá mis hijos sientan la confianza en nosotros, sus padres, cuando su paz y su seguridad sean violentadas.  


¿Porqué callar cuando llegamos a este mundo gritando?


Seamos solidarios, brindemos apoyo y denunciemos la violencia. 


Todos tenemos derecho a la paz, a ser respetados y a tener una vida digna. 


Escrito por Norma Riera








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