Diario de una mariposa

Diario de una mariposa

lunes, 13 de diciembre de 2021

La paz que anhelamos en el mundo comienza en el hogar…

 


Nos escandalizamos por las diferentes modalidades de violencia que se están manifestando a nivel mundial. 


Nos enfocamos en el acto, pero muy pocas veces reflexionamos sobre el trasfondo: crianza, educación, modales, valores, reconocimiento de Dios y el respeto por la vida…


Cuando empezamos a justificar un comportamiento inadecuado en niños, jóvenes y/o adultos, dejamos de buscar soluciones, para ser parte del problema.


Un niño que grita, agrede y/o rompe no se le aplaude, ni se le celebra su comportamiento, sino más bien se le corrige y educa para que pueda manejar sus emociones. 


A un niño pequeño que se le enseña que si le dan tiene que dar para atrás porque tiene que defenderse, lo estamos privando de herramientas para manejar la ira y las situaciones difíciles, que pueden ser de gran utilidad cuando llegue a la adultez. 


Los pequeños son criaturas inocentes, que no tienen malicia ni maldad. Por eso vemos que pueden pelearse entre sí y luego comparten como si nada hubiera pasado. ¿Para qué sembrar en sus corazones el rencor y el deseo de venganza si hay otras maneras de manejar las diferencias? 


Un joven que se cree con el derecho de: llegar tarde a la casa, no pedir autorización a sus padres o encargados y/o mantener una comunicación constante para dejar saber donde se encuentra, exigirle a sus padres que le provean lo que económicamente no le pueden ofrecer, adoptar vicios o adicciones, faltar el respeto y reclamar una independencia que no tiene la madurez de asumir en todos sus sentidos, necesita: corrección, reconocer y respetar la autoridad representada en sus padres.


Cuando soltamos nuestro rol como padres nos convertimos en parte del problema porque más que tratar de ser amigos de nuestros hijos y ser permisibles, debemos reconocer nuestra responsabilidad como adultos y su necesidad de dirección. 


Cuando nos enfocamos en enseñarles a nuestros niños y jóvenes que su valor como persona lo define su ropa, sus zapatos, sus posesiones y la de sus padres, su clase social, su color, su género, sus calificaciones, su preparación académica y sus creencias, realmente estamos fomentando el desprecio por los que son diferentes y/o carecen de lo que ellos gozan.


¿Que pasará con ese niño cuando de adulto se enfrente a un fracaso, a una pérdida o una situación que lo ponga en desventaja? ¿Creerá que perdió su valor como ser humano? ¿Será capaz de reponerse y/o superar la situación? 


Una sociedad sin orden, sin respeto, sin valores, sin adultos que guíen y velen por los más jóvenes, sin empatía y sin amor es como un campo de exterminio, un verdadero Holocausto…


La paz que tanto anhelamos en el mundo comienza en el hogar. 


Escrito por: Norma Riera Fernández 

Foto cortesía de: Norma Fernández Rodríguez 

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