Diario de una mariposa

Diario de una mariposa

domingo, 18 de diciembre de 2016

Y mientras tanto, ¿qué hacemos con nosotros?

Foto cortesía de Norma Fernández

Rocío era una chica vivaracha y soñadora, pero tenía una limitación que le mantenía en el mismo lugar: La Codependencia.

Era joven, con varios planes anotados en su libreta de metas, sin embargo con tanta necesidad de que otros aprobaran los pasos a dar y le acompañaran en el camino.

Una mañana, mientras tomaba el desayuno, llegó el cartero a entregarle la correspondencia. Muy emocionada decidió llamar a una amiga para contarle que le habían aceptado en el programa de estudios para el que había aplicado, pero su reacción opacó su alegría. La amiga comenzó a mencionarle los contras de estudiar en aquella universidad. Le recordó lo distante que estaría de su familia y amigos, apelando así a sus sentimientos. También le mencionó el problema del idioma, que para Rocío hubiera sido una gran oportunidad de aprenderlo y dominarlo, sembrando en ella el temor por su seguridad ya que estaría sola en un lugar desconocido...

Rocío terminó desanimada y aterrada, desistiendo de la idea de explorar un nuevo mundo y de estudiar la carrera de sus sueños. Decidió estudiar en una universidad local para estar cerca de los suyos y sentirse protegida. ¿Qué pasó después? Su amiga se fue a estudiar a otro pueblo y su familia siguió con su vida normal, tal como habrían hecho con ella aquí o allá.

Ella amaba la pintura. Tenía varios trabajos que había realizado frente a una ventana de su habitación que daba para el patio de la residencia. Por ella se colaban los rayos de sol al atardecer que le daban energía, le servían de inspiración y despertaban su creatividad.

Una vez su padre, en medio de una discusión, le dijo que estaba perdiendo tiempo y dinero en una actividad que nada positivo aportaba a su desarrollo intelectual y a su vida personal. Esa fue la última vez que ella tomó un pincel en sus manos. La pintura perdió su encanto...

Conoció a un chico, en la universidad donde estudiaba, que le parecía muy apuesto e interesante. Aunque con ideas distintas, se empeñó en identificar las cosas que tenían en común. Terminó echando a un lado lo que le interesaba para acompañarlo y apoyarlo en todo lo que el quería. De esa forma pretendía impresionarlo y retenerlo. Dejó que el tiempo siguiera pasando y que las actividades de aquél chico la consumieran, descubriendo mas tarde que él nunca se había interesado en las actividades que ella disfrutaba ya que estaba muy centrado en sí mismo.

Rocío se alejaba cada vez más de todo lo que le apasionaba, pero parecía no importarle tanto ya que buscaba consuelo en lo que entendía le daba estabilidad emocional, la compañía de los demás.

Se había casado, tenía tres hijos, una vez más no estaba sola...

No iba a lugares que deseaba, ni perdía el tiempo pensando en las cosas que le apasionaban ya que aprendió a sustituir sus intereses por el de su familia.

¿Hasta cuándo aguantaría? ¿Cuánto tiempo podría vivir una persona reprimiendo sus sueños y deseos?

Rocío tiene hoy 50 años, quedó viuda hace dos años y sus hijos se independizaron. La casa donde vive le parece muy grande y tan vacía...

Cuando se encontró sola creyó no podría continuar. Su vida giró por tantos años en torno a la de los demás, peor aún, se alejó tanto de sus sueños que olvidó quien realmente era. Salir a la calle sola le aterraba, temía por su seguridad y no saber desenvolverse en un mundo totalmente extraño ante SUS PROPIOS OJOS.

Cuántas metas y sueños no alcanzados, que eran suyos pero decidió arrancárselos del alma para darle cabida a los de los demás. Cuando decidió anularse se arrancó hasta su propia piel...

Una tarde tuvo que sacar valor y salir a la calle. Se detuvo a la orilla del mar para admirar el hermoso atardecer. Mientras el sol caía recordaba el tiempo que pasaba en su habitación pintando frente a su ventana. Pensó en aquella carta que escribió hace décadas rechazando la aceptación al programa de la universidad donde quería estudiar y todas las veces que sacó espacio en su vida para los demás por no estar sola.

Vio su vida pasar en un instante frente a ella y reconoció que no había valido la pena esperar a que los demás estuvieran disponibles para acompañarle a alcanzar sus sueños. Después de todo ella no había respetado y valorado su momento, ¿porqué otro lo haría?

Aunque ya no puede dar marcha atrás, todavía hay cosas que puede disfrutar como lo hacía en su juventud. Así que decidió ir a una tienda de manualidades para comprar el mejor set de pinceles. Sabía que contaba con el talento para pintar y ya no tenía que preocuparse por la crítica de quien debió haberla apoyado en el pasado.

Si nos detenemos a observar las conductas de las personas a nuestro alrededor nos daremos cuenta que todos están ocupados haciendo lo que desean, viviendo sus vidas a su manera, planificando como alcanzarán sus metas y disfrutando de actividades que les hacen sentir bien.

Y mientras tanto, qué hacemos con nosotros?





martes, 13 de diciembre de 2016

Demasiado b...uenos para sentirnos miserables



Amanda y Julián eran muy buenos amigos. 

Se conocieron en la compañía para la que ambos trabajaban y hasta llegaron a ser compañeros de estudios. 

Amanda tenía muy buen sentido del humor y Julián no se quedaba atrás, por eso se llevaban tan bien. Luego de haber estado distanciados por unos años, el destino les permitió reencontrarse. Aunque ejerciendo funciones distintas, trabajan brindando servicios en la compañía donde tuvieron la oportunidad de conocerse. 

Cuando una amistad es genuina y desinteresada, no importa el tiempo, la distancia ni las circunstancias. 

Julián había formado una hermosa familia. Se había casado con la mujer de sus sueños y recibió la bendición de un príncipe que vino para darle un sentido extraordinario y significativo a su definición del amor incondicional. A pesar de tanta dicha su rostro había perdido la alegría, su mente estaba muy cargada y su corazón parecía caerse de su pecho por tantas emociones juntas, por tanta incertidumbre e impotencia...

¿Qué pudo haber provocado que desapareciera esa sonrisa tan contagiosa? ¿Quién sería capaz de hacerle daño a tan buen ser humano? ¿Qué le hizo perder su norte?

Amanda notó que Julián estaba decaído, sin fuerzas para seguir adelante, pero quién era ella para darle ánimo si no se explicaba como aún seguía de pie cuando su alma y corazón estaban tan golpeados...

Ella también tenía una hermosa familia, era muy dichosa de contar con el apoyo del amor de su vida y unos hijos encantadores, pero dejó que intentos fallidos, pérdidas y decepciones le quitaran el brillo de sus ojos.

Cada vez que se encontraban se desahogaban. Convirtieron la esquina de una de las calles principales del pueblo donde laboraban en su "spot" de los lamentos. Parecía que acudían a sesiones de terapia de grupo donde podían liberar el coraje, las frustraciones y las preocupaciones, regresando más livianos a sus hogares y abrazando la esperanza de lo que no se ve pero se siente en el corazón.

Les habían pasado tantas cosas fuertes sin comprender la razón, llegando a dudar de sus derechos al progreso y la felicidad.

Quienes los conocían sabían que eran seres humanos luchadores, perseverantes y merecedores de todo lo bueno del mundo.

Amanda se consolaba así misma repitiendo el tan conocido refrán: "No hay mal que dure cien años ni cuerpo que lo resista". Con esas palabras mostraba resignación y no era la actitud correcta. 

A veces solemos dar permiso a pensamientos y a personas negativas para que entren en nuestras vidas porque no tenemos el valor suficiente o no queremos ser arrogantes, sin darnos cuenta del gran error que cometemos.

Puede que otros confundan nuestra serenidad, humildad y amabilidad con que somos tontos y controlables. Cuando se trata de nuestro bienestar no podemos hacernos los ciegos, dejando pasar las cosas que nos incomodan sino que debemos expresar nuestro sentir en todo momento.

Amanda y Julián, dos personas distintas, pero con varias características en común: extraordinarios, genuinos, soñadores, alegres y merecedores de felicidad. Quizás dejaron que la opinión que tenían los demás de ellos tuviera más poder que lo que ellos creían de sí mismos y dejaron que les consumieran el ánimo y la energía necesaria para seguir adelante.

Tantos días grises, tantas lágrimas derramadas y tanta frustración...

Una tarde volvieron a encontrarse en el "spot". Cada uno contó sus experiencias, soltaron el coraje, se rieron un rato y decidieron hacer un alto al drama.

Amanda le dijo a Julián que estaba harta de sentirse miserable. En sus palabras mostraba seguridad y fortaleza. Comprendió que la vida será todo lo que ella quiera. Sus ojos serán su guía, su pensamiento servirá de camino para llegar a su destino y su corazón le brindará la fortaleza que necesita para no volver a caer en las garras del pesimismo.

Ambos se propusieron salir de ese círculo vicioso, reconociendo que siempre habrá retos y resultados no esperados ni deseados, pero aprenderán a verlos como parte de las experiencias de la vida.

En el proceso aprendieron algo muy importante: "Eran demasiado b...uenos para sentirse miserables". 

No fueron víctimas de otras personas ni de las circunstancias, sino de sus pensamientos. 

No hay nube tan gris que pueda opacar los rayos dorados de un sol deseoso por iluminar un nuevo día lleno de posibilidades infinitas y...

No habrá persona tan necesitada de reconocimiento como aquella que no se valora a sí misma.

Dedicado a los buenos amigos que nos regala la vida.

Gracias por estar ahí.

Norma Riera

sábado, 3 de diciembre de 2016

El Reencuentro


Nunca antes había estado tan atenta como ese día...

Decidí salir a caminar sola, pues todos estaban ocupados y sentía la necesidad de estar al aire libre.

Era una mañana soleada, bajo un cielo azul que invitaba a dar un paseo. Nunca he sido de las personas que disfrutan salir solas a la calle ya que estar en compañía me brinda seguridad y confianza, pero ese día decidí echar a un lado mi inseguridad.

Los últimos meses habían sido tan difíciles que sentía me faltaba el aire y pensé debía desconectarme de todo. Mientras andaba procuraba estar atenta a lo que ocurría a mi alrededor. Quería disfrutar cada detalle.

Un pajarito pasó muy cerca de mí para posarse sobre una flor hermosa y colorida. Parecía estar feliz de haberla encontrado.

El aire fresco acariciaba mi rostro con tanta delicadeza que me llenó de calma. Al pasar por una repostería pude disfrutar el exquisito aroma de un pastel que colocaban en la vitrina y tuve que detenerme a comprar un pedazo, acompañado de un rico café. Decidí llevármelo para buscar un lugar donde pudiera sentarme cómodamente a disfrutarlo.

La gente caminaba de prisa. Algunos estaban con el celular en sus oídos, otros escribían mensajes, unos pocos iban grabando y los demás caminaban mirando hacia adelante, con su cuello rígido, incapaces de voltear su mirada para ver a su alrededor.

Recuerdo cuando la gente socializaba más y procuraban que los demás reconocieran su presencia para tener la oportunidad de hablar, contar sus experiencias  y preguntar cómo les iba...

Lo importante es que no permití que nada me hiciera retroceder y continué en la búsqueda del espacio ideal para sentarme. Por fin tuve la oportunidad de encontrar un banco de hierro con tantos detalles que parecía haber sido elaborado por un amante del arte. Era color verde olivo y estaba bajo un árbol frondoso lleno de flores violetas. Era el lugar perfecto para disfrutar el café y el pedazo del exquisito pastel. 

Mientras disfrutaba de mi tiempo a solas pensaba cómo, en ocasiones, las preocupaciones, la ansiedad, la frustración, el coraje y la tristeza se apoderan de la mente humana cuando contamos con la capacidad de controlar y cambiar nuestra manera de reaccionar ante lo que nos ocurre.

Terminé el café y el pastel, pero decidí quedarme un rato más allí. Al mirar la vitrina de la tienda de enfrente pude identificar a una chica que hacía mucho tiempo no veía. Estábamos sentadas las dos, ella dentro de la tienda y yo fuera. Cuando vi que me sonrió decidí ponerme de pie y ella también lo hizo. ¡Wow, que alegría tan inmensa sentía en mi corazón!  Ella fue una gran amiga, como una hermana, y se veía tal como la recordaba. 

Salí corriendo hacia la vitrina y en cada paso me sentía libre y feliz. Hacía tanto tiempo que no me sentía así...

Al poner las palmas de mis manos en el cristal, ella también lo hizo. Nos bajaban lágrimas de alegría por nuestro rostro y comprendí que el sentimiento era recíproco. El cariño y la amistad no habían muerto sino que dejamos que las circunstancias de la vida nos alejaran.

Allí estábamos, llenas de vida, madurez, experiencia, alegría y seguras de nosotras mismas. El tiempo no había pasado en vano. Cuando me alejé de la vitrina para darle un abrazo, ella también se alejó.

Entré a la tienda, que vendía antigüedades, para buscarla pero no la encontré. Comencé a sentirme triste pero no permití que el sentimiento se apoderara de mí y tomé el control. Ella no había sido una ilusión, era tan real como yo.

Salí de la tienda y me encontré a una niña que estaba frente a la vitrina. Hacía muecas y se reía, se arreglaba su cabello largo y rizado, lo movía de un lado a otro, se arreglaba su traje rojo con encaje dorado, se ponía de lado y no dejaba de mirar por el cristal. Me acerqué a ella y pude darme cuenta de que se estaba mirando en un espejo, disfrutaba siendo ella misma.

¡Que increíble sorpresa! Esa niña me ayudó a descubrir que mi amiga del alma nunca se fue, siempre estuvo conmigo. Esa amiga y hermana era yo misma.

¿Cuándo dejamos de mirarnos al espejo? ¿Cuándo nos convertimos en seres irreconocibles? ¿Cuándo dejamos de amarnos y valorarnos por lo que somos? 

Pasamos la vida cumpliendo tantos roles que nos olvidamos de nosotros mismos.

No pertenecemos a nuestros padres, ni a nuestra pareja, tampoco a nuestros hijos y mucho menos a nuestros amigos. Llegamos solos a este mundo y así partiremos, por lo tanto somos lo que vemos en el espejo.

Necesitamos reconocernos, amarnos, respetarnos y vivir en armonía con nosotros mismos para poder hacerlo con los demás.

Coordinemos un reencuentro con nuestro ser y recuperemos lo que fuimos una vez...