Diario de una mariposa

Diario de una mariposa

domingo, 19 de junio de 2016

Invisible


Encerrada en la pupa voy deshaciéndome de lo que una vez fue y ya no es, pero antes lucho con el apego, la dependencia y el temor a soltar...

Se supone que en el saco, de mi color favorito, esté concentrada en ese proceso de transformación que es tan importante y necesario, sin embargo como los seres humanos somos creativos, decidí hacerle una pequena perforación para salir por un momento y esto fue lo que vieron mis ojos y sintió mi corazón:

Frente a mi había una escena que dramatizaba un fenómeno del que he sido parte. Había varias personas reunidas en la sala de un cálido hogar los cuáles tenían lazos que los unían pero parecían no conocerse.

En un momento pensé que era la estampa de lo que se conoce como una familia, pero parecían estar hipnotizados y muy concentrados en un aparato que sujetaban en sus manos. La mayoría de los artefactos ilustraban una página electrónica, con fondo color azul, que decía: Libro de cara.

Llegaba una persona de visita, que venía de lejos. En su rostro había alegría y abría sus brazos para extenderlos a sus seres queridos como muestra de su cariño, sin embargo nadie se dio cuenta. Todos publicaban, en la página azul, su ubicación, "etiquetaban" a quienes estaban presentes y le enviaban sus demostraciones de amor a quien les vino a visitar sin que este tuviera acceso a sus mensajes.

Una criatura levantaba sus manos para que la persona que le trajo al mundo le tomara en sus brazos, pero se encontraba tan ocupada escribíendole al mundo cuánto amaba a su bebé que la necesidad afectiva de su pequeño pasó desapercibida.

Un caballero de pelo gris se encontraba en el centro de la sala contando sus historias y dirigiéndose a quiénes le visitaron, mientras estos publicaban fotografías, en la página azul, que ante sus contactos decían mucho y no decían nada.

Faltaban tantas cosas en dicha escena, de esas de las que se nutre la vida de un ser humano tales como: la comunicación directa, el contacto visual y físico, que parecía estuvieran robotizados.

Por mi parte hice el intento de que se dieran cuenta de mi presencia, pero el esfuerzo resultó sin éxito. Con mucha tristeza decidí entrar en la pupa nuevamente. Entre lágrimas me preguntaba si me había convertido en un ser invisible y por eso no se percataron que estuve allí.

Al secarme el rostro encontré frente a mí un espejo que me mostraba lo que fui, comprediendo que también, en un sinnúmero de ocasiones, había asumido la misma conducta que me causó tanto dolor.

Me di cuenta que aún no estaba preparada para la indiferencia que arropa a este mundo y decidí quedarme en el saco para seguir trabajando con el proceso de transformación que requiere reencontrarse con uno mismo y fortalecer mi relación con la naturaleza.

Para poder vivir hay que sentirse vivo y ayudar a que los demás se sientan igual.

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