Diario de una mariposa

Diario de una mariposa

domingo, 13 de noviembre de 2022

El amor se manifiesta de tantas maneras…


El amor se manifiesta de tantas maneras…


Crecimos pensando en que el amor al cual debemos aspirar es aquél que podemos encontrar en una relación de pareja. Los cuentos nos presentan un: “Vivieron felices por siempre”. Las novelas, las películas y las series nos muestran esas historias de amor en las que hay infidelidad, violencia, maltrato físico y/o psicológico sin embargo, al final terminan como la pareja perfecta. Entonces la audiencia se identifica y dice: “Así mismo somos” dando por normal lo que sucede en su relación y lo peor de todo, entendiendo que es aceptable.


Cuántas personas van por el mundo sintiéndose como héroes porque “salvaron una relación” pero se sienten como almas en pena y muertos en vida porque la realidad es que hicieron ajustes en su vida, sacrificios, renunciaron a cosas y a personas por mantener una relación que NO EXISTE. Quizás no lo quieren aceptar pero si la otra parte no está en la misma disposición de hacer cambios que sean favorables para la relación NO ES REAL, NO EXISTE. Y es en ese empeño de mantener una relación de pareja que abandonan sus sueños, sus metas, se alejan de la familia y/o los amigos y dejan de ser felices. 


Aunque antes era más marcado, seguimos viviendo en una sociedad que no ve con buenos ojos a una mujer adulta sola como si la compañía de una pareja garantizara una vida plena, un crecimiento, evolución personal y peor aún, que definiera nuestro rol en este mundo. 


El amor se manifiesta de tantas maneras y una de ellas es a través del amor propio, ese que muchos padres y/o criadores no tuvieron el tiempo, la iniciativa, el conocimiento o la capacidad de cultivar. Eso no significa que no podamos trabajarlo y desarrollarlo nosotros mismos, la realidad es que debe ser nuestro primer y más importante proyecto de vida. 


Podemos conocer y ver manifestado el amor a través de la pureza y la inocencia de un niño. También podemos experimentarlo a través de otra persona como nuestros padres, abuelos, hermanos, primos y/o amigos o a través de un animalito. 


La vida no es perfecta pero si hemos conocido el amor verdadero mediante cualquiera de las formas mencionadas o de alguna otra manera, debemos sentirnos satisfechos y dejar el empeño o la creencia de que otra persona nos dará el amor y la felicidad que merecemos. No todos nacimos para tener pareja y si la tenemos que verdaderamente sea alguien que nos complemente, apoye, ame, respete y nos motive a crecer y ser mejores seres humanos. 


Si tenemos a alguien a nuestro lado que nos desanima, desmotiva, nos hacer sentir menos, nos trata como si fuéramos un pedazo de carne sin corazón, sin cerebro ni sentimientos, que no es capaz de celebrar nuestros logros sino más bien demostrarnos que le intimidamos con cada meta que alcancemos, esa persona NO ES. 


No viniste a este mundo para que otro ser común y corriente dirija tus pasos, decida quién eres, apague tu luz, controle tu vida y te haga sentir miserable. La vida es muy corta para no vivirla y dejar de hacer lo que te hace sentir bien y feliz. Deja de perder el tiempo resintiendo por lo que te hicieron o dejaron de hacer por ti. Llena tu vida de colores, disfruta de la naturaleza, celebra por lo que haz logrado, trabaja en lo que necesites mejorar y ten fe en Dios.


Si haz perdido a una persona o a un animalito que amabas y que era importante para ti, te invito a que pienses en la pregunta que le hizo Madre Teresa de Calcuta a Facundo Cabral cuando supo del fallecimiento de su esposa e hija en un accidente aéreo: “¿Donde vas a poner el amor que te va a sobrar?” Pon el amor donde haga falta. 


¡Ámate, respétate, valórate, haz lo que te apasiona y se feliz!


Escrito por Norma Riera

Foto cortesía de Ana Zabala 


 

domingo, 14 de agosto de 2022

Poco a poco se nos ha olvidado…

De niños soñábamos con ser adultos. Creíamos que siendo “grandes” podríamos alcanzar la independencia, vestirnos como queríamos, tener lo que quisiéramos, salir a donde se nos antojara y convertirnos en lo que soñábamos ser…

En un abrir y cerrar de ojos crecimos, nos hicimos adultos y con esta etapa llegaron nuevas experiencias, cambios, retos, oportunidades y poco a poco nos fuimos alejando del niño (a) que fuimos…


Crecer es parte de la vida y la evolución es necesaria para poder adaptarnos a un mundo en constante cambio y poder seguir adelante. Sin embargo, a veces adoptamos un estilo de vida en el que apenas abriendo los ojos nos sentimos agitados, ajorados y mirando constantemente el reloj, tal como lo hacía el conejo en el cuento de: “Alicia en el país de las Maravillas”.


¿Cuando fue que echamos nuestra admiración y entusiasmo, por las cosas sencillas de la vida, en el baúl de los recuerdos y dejamos que el estrés del diario vivir, las cosas negativas y la maldad del mundo nos quitara la alegría de vivir? 


¿Acaso es tan complicado o es que consideramos una pérdida de tiempo detenernos a observar y disfrutar un amanecer, deleitarnos con un hermoso atardecer, caminar a la orilla del mar, cerrar los ojos y dejar que los rayos del sol iluminen nuestro rostro y le brinden calidez a nuestra alma, esa que se ha ido congelando en un mundo tan frío por la carencia de amor, la ausencia de respeto por la vida y la falta de fe? 


¿Qué mal podría hacernos si nos detuviéramos un momento a escuchar el canto de las aves, los coquíes en la noche, admirar el verdor del césped, la hermosura de las plantas, acariciar un animal indefenso, contemplar la luna y las estrellas en una noche oscura? 


¡Cuánta paz podemos sentir, cuánta tranquilidad puede traer a nuestra mente, de cuánta gratitud puede llenarse nuestro corazón y cuánta energía podría recibir nuestro cuerpo si tan sólo contempláramos la naturaleza, el rostro de nuestros seres queridos y reconociéramos las bendiciones que tenemos!


Somos ricos, afortunados, capaces de ser felices, como lo fuimos de niños, pero poco a poco se nos ha olvidado…


Escrito por Norma Riera Fernández 

Foto cortesía de Norma Fernández Rodríguez 



 

domingo, 1 de mayo de 2022

Como el moriviví



Cierro los ojos y me remonto a mis años de infancia. Voy caminando muy contenta por una verdosa vereda que conduce a casa de mi bisabuela, Mamá Teresa, que en paz descanse. Siento la brisa fresca en mi rostro, observo el ganado a lo largo del camino y voy riendo con mis primos que al igual que yo van disfrutando el paisaje y el contacto con la naturaleza. ¡Que rico olor a campo! 


Recuerdo que en el trayecto me entretenía pisando unas plantas pequeñas que iban cerrando sus hojas por el contacto y luego desaceleraba el paso y miraba hacia atrás para ver cuando se abrían nuevamente. Esas plantas tan encantadoras las conocemos como: moriviví. 


Abro los ojos y confirmo que me encuentro en el tiempo presente. Ahora todo es tan distinto, sin embargo, siento gratitud por esos instantes de felicidad que viví en esa época…


Tras el diagnóstico de Lupus he tenido que enfrentar muchos retos que han afectado mi salud física y emocional. En ocasiones es difícil expresar cómo y qué siento porque muchas personas no comprenden lo que vive un paciente que tiene una condición crónica u alguna otra enfermedad o padecimiento con el que tiene que lidiar día a día. ¡Cuántas veces he tenido que aparentar que estoy bien para complacer a otros, para no “victimizarme” o para demostrar que a pesar de la condición soy capaz de alcanzar mis metas, de aprender cosas nuevas y ser funcional! 


Hay días en los que todo es más complicado, comenzando por levantarme y caminar. La fatiga crónica en muchas ocasiones se apodera de mí, haciéndome sentir como si hubiera corrido un 10k. En ocasiones los dolores y la inflamación dificultan el descanso, llevándome a un estado de desespero, tristeza y frustración. 


En esos días al llegar la noche le pido a Dios que me permita sentirme mejor al siguiente día y duermo con la esperanza de que así será. Hay ocasiones en las que al despertar se repite la historia del día anterior y tengo que ser compasiva conmigo misma, cultivando la paciencia, la fe y la esperanza de que en su momento mi salud y estado de ánimo mejorará. Tener la mente ocupada sea trabajando, estudiando, escribiendo o realizando alguna otra actividad ayuda mucho a sobrellevar los síntomas. Si hay que bajar la velocidad y la intensidad, se hace. Si la mente y el cuerpo necesitan descanso hay que hacerles caso y esto nada tiene que ver con tirar la toalla o rendirnos, sino de mantener un balance para tener una mejor calidad de vida. 


Cuando llegan los momentos y/o días de mejoría, me siento invencible, alegre, agradecida y hasta siento que no tengo la condición. Esos cambios en el estado de ánimo y la salud física me han permitido: estar más consciente de mi fortaleza en medio de la adversidad, ser más agradecida, reconocerme como un ser resiliente, ser más expresiva y valorar más la vida. 


Soy como el moriviví. En ocasiones los síntomas y las dificultades hacen que cierre mis hojas como mecanismo de defensa y de autoprotección. Y es que la vida nos lleva a un ritmo muy acelerado y nos hace pensar que estar en constante movimiento nos hace más útiles y productivos. Vamos corriendo como pollos sin cabeza para llegar a la meta sin saber si recibiremos recompensa o consecuencias…


Es entonces cuando llega la fatiga física y emocional. Nuestro cuerpo comienza a dar señales de alerta, nos obliga a hacer un alto y es que es necesario detenernos para despejarnos, cuidarnos, hacer silencio, descansar y sentirnos listos para enfrentar con fe y esperanza los retos que nos ponga la vida. 


Escribo desde mi experiencia, desde el dolor, pero también desde el alivio. Expreso lo que siento desde el llanto, pero también desde la risa. Nuestro cuerpo, condiciones de salud, limitaciones y/o circunstancias no nos definen. Nuestro valor y quiénes somos lo determinan nuestra alma y el corazón. 


Montada en esta montaña rusa aprovecho la altura para levantar mis manos, cerrar los ojos, abrir mis labios y gritar con alegría y gratitud que estoy viva. Cuando toca bajar reflexiono sobre lo que siento y espero con paciencia a que el cuerpo y la mente se recuperen. 


Es injusto para nosotros mismos pensar que estamos condenados, que nos pasa lo peor, que tenemos mala suerte o que somos desdichados por las situaciones difíciles que nos toca vivir. Todos tenemos retos pues la vida es imperfecta, pero cada uno de nosotros tiene la capacidad de hacer lo mejor posible con lo que le ha tocado. 


Si viviéramos conscientes de que cada ser humano, con sus luchas, virtudes y defectos, tiene el derecho de buscar y recoger en el camino aquello que le sirva para vivir mejor y ser feliz, seríamos más empáticos, más cooperadores y mejores personas.


La vida no es una competencia, no se trata de quién es el mejor o a quién le va peor. Cada uno desde su percepción y criterio propio define aquello que le hace sentir bien o mal. No podemos restarle valor, atención o importancia a lo que nos afecta por cómo opinan los demás. Si algo te hace feliz, celébralo, es tu logro, es tu momento de sentirte agradecido y bendecido. Si algo te causa dolor, tristeza, coraje o frustración no permitas que otro te haga sentir que exageras o que su situación es peor que la tuya, sólo busca la mejor manera de manejar la situación y no pierdas la esperanza. Nada en esta vida es eterno, todo pasa…


Dedicado a los pacientes de Lupus en el mes de concientización de la condición. 


Escrito por Norma Riera Fernández 
















viernes, 15 de abril de 2022

Detrás de una propina está…


Detrás de una propina está…


A veces las lecciones más importantes las recibimos de quiénes menos esperamos y esa fue mi experiencia…


Hace unos años atrás una persona muy importante en mi vida tuvo su primera experiencia de empleo y por ser menor de edad le pagaban la mitad del salario mínimo, realizando las mismas tareas y con las mismas responsabilidades que los compañeros adultos que trabajaban bajo el mismo puesto. Esto, aunque un poco injusto, no le desanimó y se esforzaba por hacer bien su trabajo y por dar un excelente servicio al cliente que asistía, tanto así que en ocasiones cobraba más de propina que de su salario por hora semanal. Al darse cuenta del resultado, se esmeraba cada vez más. Lamentablemente muchos trabajadores de la industria de servicio no reciben una paga justa y en ocasiones por el tipo de negocio donde laboran, pueden pagarle menos del salario mínimo y es legal. 


Una vez salimos para un restaurante y la persona a la que hago referencia en el párrafo anterior me indica que recuerde dejar propina y sacó de su bolsillo una cantidad adicional para que le diera al mesero. Él sabía muy bien lo que era esforzarse en un trabajo con un salario bajo, esmerarse ofreciendo un buen servicio y que en ocasiones los clientes no le dieran ni las gracias. Sin embargo también reconocía aquellos clientes que le hacían el día, cuando sacaban unos pesitos de su bolsillo como agradecimiento por el servicio recibido. Esos pesitos le permitían cuadrar su presupuesto y tener dinero en la semana para comer, comprar gasolina y/o cubrir cualquier otros gasto. 


Desde ese momento cada vez que voy a un lugar para recibir un servicio tales como: restaurantes, salones de belleza, supermercados, entre otros, recuerdo aquella gran lección y doy propina. 


Estoy totalmente consciente de que todo ha subido de precio, pero no por eso hemos dejado de ir a comer de vez en cuando a un restaurante, ir al salón de belleza, llevar la mascota al grooming, hacer compra en el supermercado y debemos incluir en nuestro presupuesto, para ese gasto que vamos a incurrir, la propina de ese empleado que nos atenderá. 


Detrás de una propina está un ser humano con necesidades, sueños por cumplir y deseos de salir adelante. Esa persona puede ser un padre o madre de familia que necesita llevar el pan a la mesa de su hogar, un estudiante con un presupuesto limitado que con lo que gana se paga sus estudios y cubre sus gastos, un joven o un adulto responsable, amable y trabajador que echó a un lado los retos que la vida le pone a diario para darte un servicio de excelencia. 


En cada uno de nosotros está hacer la diferencia valorando el esfuerzo y la dedicación de ese empleado que nos brindó un servicio. 


A ti, empleado que haces tu labor en la industria de servicio con tanto esmero: ¡Gracias! 🌟💖


Escrito por: Norma Riera Fernández


 

domingo, 27 de febrero de 2022

¿Porqué tanta prisa?

 


¿Porqué tanta prisa? 


La vida es tan efímera y para poder disfrutarla es necesario estar más conscientes de ello, identificando nuestro propósito en este mundo y dando prioridad a lo que es más importante para nosotros. Por más que queramos, no podemos estar en dos lugares al mismo tiempo y cuando nos empeñamos en hacer varias cosas a la vez y nos comprometemos con todo y con todos en algo vamos a fallar. La era tecnológica en la que estamos viviendo nos va llevando por las distintas plataformas y medios electrónicos haciéndonos creer que mientras más presentes estemos en ellos más al día estaremos y más en cuenta nos habrán de tomar, pero ¿a qué precio? 


Si tan solo entendiéramos que somos los que debemos tener el control y que no hay nada malo en mantenernos enfocados en nuestros asuntos que incluyen pero no se limitan a nuestras familias, metas, pasatiempos y necesidades personales. Necesitamos desconectarnos de vez en cuando de tanta información que recibimos de los distintos medios que saturan nuestra mente y en ocasiones nos afectan emocionalmente.


Tenemos que establecer límites y preguntarnos: Si otros corren, ¿Debemos seguirles sin saber a donde van? Si los que van frente a nosotros se detienen, ¿Debemos hacer lo mismo? A veces actuamos sin saber, solo porque imitamos o seguimos a los demás sin saber a donde nos llevarán o cuáles serán las consecuencias.


El mundo nos exige acelerar el paso, cumplir con nuestras responsabilidades y las expectativas de personas que sólo saben dar vueltas en círculo y no llegan a ningún lado.  


¿Acaso el movimiento constante nos convierte en seres más útiles y capaces? ¿Donde queda el balance y el disfrute de lo que nos gusta y nos hace sentir bien? 


¿Porqué tanta prisa? 


¡Hazte un favor y deténte! No para desistir sino para estar presente, admirar y agradecer todas las bendiciones que haz recibido. Celebra la vida, el momento, la compañía de tus seres queridos, lo que haz superado, pero también lo que haz logrado. 


Ama lo que haces, lo que eres, cuida y admira la naturaleza, sé fuerte, humilde, muestra empatía con el que sufre, respeta la vida, procura alimentar tu fe y si estás pasando por una situación difícil no pierdas la esperanza de un mejor mañana porque todo pasa…


No dejes que la ansiedad, la angustia, el dolor y/o la incertidumbre te hagan ir por la vida como gallina sin pescuezo. 


Separa un momento para ti y regálate admirar un atardecer. Permítete sentir la paz, la gratitud, la admiración y la sensación relajante que brinda observar la caída del sol. 


Libérate de las cargas pesadas, de los pensamientos negativos, del afán por trabajar sin cansancio, del empeño por amontonar bienes, pues no sabes el día y la hora en que te toque partir de este mundo y cuando ese momento llegue el equipaje será ligero…


Invita a pasar la calma, haz silencio. 


¡Vive sin prisa, vive en paz! 


Escrito por Norma Riera Fernández 

Foto cortesía de Norma Fernández