Diario de una mariposa

Diario de una mariposa

sábado, 22 de octubre de 2016

Decisiones...

Foto cortesía de Norma Fernández

Hay historias que merecen ser contadas...


A principios de este año 2016 vi un anuncio sobre el 6to Festival Grito de Mujer Oeste en una red social. Me entusiasmó mucho la actividad ya que, además de considerarla importante, se llevaría a cabo en el pueblo donde resido y tenían de invitada a una dama que admiro mucho y que deseaba conocer personalmente.



"Nada sucede por causalidad". Ese refrán, que resulta un cliché para muchos, lo acompaño al comienzo de este escrito porque quiero demostrarles a través de una serie de sucesos, que me ha tocado vivir, cuán cierto puede ser.



Dianiluz Cora llega a mi vida, a través de su libro: "Tocando Cielo", en un momento crucial donde enfrentaba uno de muchos retos. Me identifiqué tanto con el contenido de su preciada obra que básicamente lo usé de guía para poder recuperar la esperanza.



El día del festival que les mencioné, tuve la oportunidad de conocer a Dianiluz y pude compartir más de lo que esperaba. Esa dama de poder, gentil y sencilla, tomó de su tiempo para dedicarme su libro y para conversar conmigo.

Recuerdo le conté, entre tantas cosas que hablamos, sobre mi pasión por la escritura y ella muy atenta me ofreció su apoyo y algunas recomendaciones, entre ellas que comenzara creando un "blog". Así fue que nació este espacio donde escribo. 

Debo confesarles que aunque compartía algunos escritos y reflexiones de mi autoría en las redes ,y recibía buena crítica, subestimaba lo que otros consideraban un don o talento. A veces creemos que solo quien logra cosas grandes e impacta multitudes es talentoso y exitoso. 

En mi caso debo decirles que a pesar de todas las libretas que he llenado con mis escritos no me consideraba una escritora por ser una persona ordinaria. 

Carolina Chavate en su escrito: "Renuncié y no me he muerto de hambre" dice: "El oficio nos lo da nuestro talento. El mundo necesita seres que pongan su talento a circular y añade que vale la pena poner al servicio de los demás esas pequeñas cosas...". Vinimos a este mundo con un propósito. Fuimos dotados de virtudes y talentos que nos hacen únicos y que pueden impactar positivamente a los demás.


Así que tomando en cuenta el efecto placentero que la escritura provoca en mí y la aceptación de los lectores, he decidido continuar escribiendo.

Regresando al refrán: "Nada sucede por casualidad", deseo compartir con ustedes una experiencia personal.

Tan reciente como en agosto pasado (2016) fui cesanteada de mi empleo. La carta que me entregaron explicaba que la decisión había sido por causas económicas de la empresa. La noticia llegó en un momento donde estaba afrontando otros retos que atentaron contra mi estabilidad económica y emocional.

Los días se hacían largos, aún con las multiples gestiones de empleo que realizaba. 


Como parte de los esfuerzos para regresar a la fuerza laboral tuve que viajar, en menos de un mes, más de 8 ocasiones al área metropolitana. Tenía que salir de madrugada, la mayoría de las veces, y a lugares desconocidos. Viajaba sola, rogándole a Dios que no me perdiera y que pudiera llegar de vuelta a mi hogar. En cada gestión ponía toda mi ilusión ya que deseaba y necesitaba volver a trabajar. 


Tuve una oferta de empleo, que parecía ser la gran oportunidad, la cual me tomó aproximadamente un mes en el proceso de reclutamiento. Luego de completar el adiestramiento y estar a la espera de que me confirmaran la fecha oficial de comienzo, recibo la llamada de una persona que representaba a la compañía que me contrató para informarme que los requisitos del puesto habían cambiado y que ya no sería parte de la empresa porque mi preparación no era en el área que solicitaba su cliente. 

Eramos alrededor de 40 personas, de las cuales me atrevo decir que el 90% no tenía preparación en el área ya que los requisitos del puesto no lo indicaban. Parecía una broma de mal gusto, pero no fue así, quedé una vez más sin empleo y con el ánimo en el suelo. En ocasiones nos suceden cosas que nos preguntamos porqué pasan.

¿Será cierto eso de que un rayo no cae dos veces en el mismo lugar? La experiencia que viví me hizo dudarlo...

Luego de olvidar casi mi propia existencia, decidí moverme porque tengo personas para las cuales soy su guía y dependen de mí.

Comencé a realizar una búsqueda de empleo nuevamente y tuve una nueva oportunidad en una agencia de empleo temporero. La tarde que terminé el adiestramiento recibo una llamada de mi antiguo patrono para preguntarme si estaba trabajando. Al contestar su pregunta me propone regresar a mi antiguo empleo, aquél donde había sido cesanteada una vez...

Eran las 5:30pm, me encontraba pagando la tarifa del estacionamiento donde dejé mi auto en Hato Rey y me quedé sin palabras por los $14.75 que tuve que pagar y porque no esperaba esta propuesta.

No sabía qué hacer, había hecho un compromiso al día siguiente de reportarme a mi nuevo empleo y debía decidir la dirección a tomar. Por una parte tenía una nueva oportunidad laboral, sin embargo era temporera. Por otra, me proponían devolverme mi antiguo puesto en la compañía, para la cuál laboré por cuatro años, honrando los años de servicio y sin tiempo probatorio.

La decisión fue tomada con la razón y no el corazón. Regresé al empleo donde fui despedida. La realidad es que necesitaba el empleo ya que comenzaba a sentir las consecuencias de la falta de ingreso.

Comprendí que los tropiezos y las dificultades que tuve en la búsqueda de empleo no eran causalidad sino que el destino quería devolverme al lugar de donde me sacaron una vez.

No vivo en la isla de la fantasía, tengo los pies sobre la tierra y sé que las decisiones que tomamos en la vida conllevan riesgos. 

La experiencia vivida me hizo entender que un empleado puede sentir lealtad a un patrono pero una compañía se dedica a hacer negocios y no necesariamente es leal al empleado. 

Lo que voy a decir no tiene que ver con vanidad sino con aprender a valorarse a sí mismo. No podemos pretender que otros reconozcan lo que no reconocemos ni somos capaces de ver en nosotros mismos. 

Con mi decisión ambas partes ganamos. Yo recuperé mi empleo y comencé a devengar ingresos para poder mantener a mi familia y la empresa recuperó a uno de sus mejores activos. 

¿Cuánto tiempo durará esta relación? La verdad es que para mí ya no tiene importancia. 

Negocios son negocios. Los valores, conocimientos y experiencias son transportables, van con nosotros a donde quiera que vayamos. 

Las experiencias difíciles de la vida no nos hacen menos personas, no nos desmoralizan, sino que nos hacen crecer y desarrollar fortalezas. Esos retos son oportunidades para descubrir a ese ser importante que llevamos dentro de nuestro cuerpo y que merece ser valorado, no por lo que le sucede sino por quien realmente es. 

domingo, 2 de octubre de 2016

Sin dirección...


¿Cuántas veces hemos sentido que las experiencias que nos ha tocado enfrentar provocan un desajuste en nuestras vidas?

Hay noticias, eventos y vivencias que nos tocan directamente, dejándonos sin aliento...

Una de las formas en que podemos sanar es expresando lo que sentimos, pero, ¿Qué pasa cuando sentimos la necesidad de desahogarnos y los que están a nuestro alrededor no están listos para escucharnos?

Si de algo gozamos, en esta parte del mundo que nos ha tocado vivir, es de libertad de expresión, así que cuidado con el dice querer lo mejor para nosotros, pero se la pasa reprimiendo nuestros deseos de expresarnos, controlándonos, opacando nuestro brillo y apagando nuestros sueños.

No se trata de que andemos por la vida lamentándonos porque amaneció nublado o porque no sonó la alarma o quizás porque teníamos pan pero queríamos galletas. Se trata de sentirse en la libertad de soltar lo que nos afecta para liberarnos de la carga y poder seguir andando.

Mantener el silencio, resignarse y/o asumir una postura de víctima provocará que terminemos viviendo una vida sin sentido.

Quién no quiera escucharnos, que se tape los oídos. Quién no quiera leer lo que escribimos, que voltee la vista o se tape los ojos. Quién no desee ver como nos levantamos del suelo y seguimos adelante, que no nos siga, pero que tampoco sea una piedra en nuestro camino.

Dice un refrán muy conocido que: " No hay mal que dure cien años ni cuerpo que lo resista", pero a veces sentimos que los momentos de dificultad duran una eternidad.

En ocasiones la vida nos golpea tan fuerte y tan seguido que nos sentimos desorientados. Sabemos que hay otras rutas para poder llegar a nuestro destino, sin embargo nos sentimos sin dirección...

La costumbre, la rutina, el apego, la codependencia, el temor al fracaso y la falta de creer en nosotros mismo nos paraliza en momentos cruciales donde necesitamos actuar.

Es en esas circunstancias que necesitamos de personas que sean capaces de apoyarnos, motivarnos y hacernos ver que mientras tengamos vida, debemos seguir luchando. Pero, no siempre tendremos un apoyo...

El mayor error que cometemos es entender que los pedazos que hemos dejado caer, de nosotros, a lo largo del camino serán recogidos por alguien que los colocará en el lugar correcto para que volvamos a ser quiénes eramos. La verdad es que podríamos quedarnos esperando a que esto pase, siendo nosotros mismos quiénes recojamos cada pieza del suelo. 

En el trayecto de nuestra vida escuchamos, en muchas ocasiones, sobre la importancia de hacer lo que nos gusta, de ponernos en primer lugar, sin embargo acostumbramos a anteponer lo que entendemos son nuestras responsabilidades con los demás asumiendo que siempre habrá otro momento para pensar en nosotros.

Procuramos velar por el bienestar de todos y sacrificamos nuestros sueños para que otros construyan los suyos. Estamos tan comprometidos con los roles que nos ha tocado ejercer que abandonamos lo mas importante: cuidar el compromiso con nosotros mismos.

Pensamos que esta conducta no nos afecta, por lo que vemos a corto plazo, sin embargo a largo plazo las consecuencias pueden ser devastadoras. Nos olvidamos que tiempo que dejamos pasar ya no regresará.

La vida nos enseña que los momentos difíciles nos pueden ayudan a madurar y a desarrollar fortalezas, pero los momentos de alegría nos motivan a continuar la marcha. Es importante mantener un balance por nuestro bienestar y el de quiénes nos rodean. 

Hay experiencias de la vida que nos hacen sentir en completa oscuridad. Si nos ubicamos frente a un espejo vemos un pedazo de carbon áspero, poco atractivo y que tizna todo lo que toca. ¿Cómo podemos cambiar lo que vemos?

Esta en nuestras manos elegir si mantenemos es apariencia para toda la vida o permitimos que las fuertes presiones  y las temperaturas extremas a las que hemos sido sometidos nos conviertan en hermosos diamantes.

Podemos haber perdido una batalla pero no la guerra.

Cerremos nuestros ojos e imaginemos qué se siente brillar en la oscuridad, qué se siente volver a sonreír y hagámoslo realidad. 

¡Que la ilusión de vivir y la esperanza de un mejor mañana siempre habite en nuestros corazones!