Diario de una mariposa

Diario de una mariposa

domingo, 31 de julio de 2016

Hoy va a ser un mal día...


Abrimos los ojos a un nuevo día y lo anuncian los periódicos, las redes sociales, los noticieros y las cuerdas vocales de personas a quienes le otorgamos el privilegio y derecho de ser una influencia para nosotros.

Una tragedia, una pérdida, las inclemencias del tiempo, una meta no alcanzada, un exámen reprobado, las tostadas que se nos quemaron en la mañana, en fin, ¿Qué más nos va a pasar?

Repetimos en nuestra mente todo aquello que leemos, vemos y escuchamos. Ni el café mañanero ni el jugo de china natural nos ayudarán a recuperar la energía que consumimos con pensamientos negativos.

Caminamos cabizbajos, tal como desea tenernos el gobierno, las personas pesimistas y las empresas multimillonarias que nos despojan de esperanzas y de lo esencial para crear crisis, como si ya no hubiera nada mas que hacer, nada por lo que luchar...

¿Se le ocurrirá a alguien levantar la cabeza y sorprenderse con el resplandor del sol, que va lanzando sus rayos dorados en medio de un cielo hermoso y despejado? ¿Será realmente un mal día?

No hay porque creer todo lo que leemos o escuchamos. Basta con darnos la oportunidad de confiar en lo que podemos ver, no a través de los demás sino a través de nosotros mismos.

¿Seremos capaces de utilizar capa y sombrilla bajo un día soleado, simplemente porque nos anunciaron que amanecería lloviendo?

Nos educaron para ser seguidores de supuestos líderes y nos exhortan a que caminemos con vendas en los ojos confiados en la capacidad que estos tienen de llevarnos por el camino correcto, aunque esto signifique caer por un precipicio.

Y si nos quitamos la venda y abrimos los ojos ante el presentimiento de que nos estamos acercando al vacío, ¿nos detendríamos para tomar otro camino o pensaríamos que ya llegamos a nuestro destino y así es como debe ser?

Hay personas que creen que por el hecho de tener un puesto de poder en el gobierno, en una empresa o institución, son líderes y lamentablemente el título les queda grandes y su ocupación no lo garantiza, sino su actitud.

Un lider guía, administra, asume responsabilidades, se confunde con los de su equipo y motiva.

Todos somos líderes de nuestra vida, pero vivimos con temor a lo desconocido, a la opinión de los demás, a que las decisiones que tomemos no sean las correctas, a arriesgarnos, a sufrir y a la muerte, cuando para esta última lo único que necesitamos es estar vivos.

Hace falta mas líderes capaces de tomar las riendas de su vida con optimismo, compromiso, responsabilidad, motivación y valentía.

Hoy va a ser el peor o mejor día que queramos tener. Depende de nosotros...

sábado, 2 de julio de 2016

Contemplando el perdón


¡Cuanto tiempo de mi vida había consumido bajo coraje, tristeza y frustración a causa del daño que otras personas me habían hecho!

Pude haber mantenido vivas las experiencias para asegurarme que esos sentimientos seguían presentes en mi corazón y así poder justificar una conducta rencorosa.

Cuando leía, escuchaba y hasta cuando fui testigo de un acto de perdón llegué a hacerme de la vista larga pues entendía que nadie tenía derecho a guiarme por un camino que no deseaba recorrer. ¿Que sabían los demás sino fueron víctimas?

Para convencerme de haber asumido la actitud correcta comencé a alimentar mi ego con palabras como: dignidad, traición, respeto y daño, que eran reales sin embargo no eran suficientes para llenar el vacío que sentía en mi interior. Creía que intentar salir de ese ciclo era un atentado hacia el amor propio.

Seguían pasando los días, meses y hasta los años en los que cuando estaba a solas y me quitaba la coraza, con la que me enfrentaba al mundo, dejaba salir el dolor que había conservado por tanto tiempo para que se manifestara y me hiciera recordar porque debía ser así.

El rencor es muy poderoso, un asesino silencioso que acaba con la salud, destruye la autoestima, elimina la alegría y apuñala el corazón, dejándonos sin amor. Nos convierte en seres irreconocibles, incapaces de alcanzar lo que más deseamos: paz y felicidad.

La venganza y el odio me alejaban cada vez más de mi verdadero fin. ¿Por qué mente pasaría que como víctima me resignara y perdonara a quienes tanto daño me hicieron? A caso debía poner la otra mejilla para que siguieran mostrando el poder que tenían sobre mi? ¿Cúantas preguntas y/o razones podría establecer para sustentar mi posición?

Para espantar a la humildad solía repetir frases tales como: "El que la hace, la paga", "Que los perdone Dios, Yo no tengo porqué hacerlo", sin darme cuenta de que la verdadera afectada era yo misma.

Me detuve a observar como vivían las personas que me habían hecho daño y me di cuenta que llevaban una vida, aparentemente, normal mientras había desperdiciado tanto tiempo manteniendo vivos los sucesos que causaron mi desdicha.

¿Cómo podía avanzar en la vida, detenida en el pasado? Definitivamente no estaba viviendo como deseaba y como merecía. Algo en mi interior debía cambiar.

Un día una persona, que aprecio mucho, compartió una experiencia que tuvo, la cuál resultó ser uno de los actos de perdón más hermosos:

Un padre agonizaba en un hospital, mientras su esposa e hijastros esperaban el momento de su muerte.

El hombre no hablaba, había dejado de comer y ya no se levantaba de la cama. El cuadro clínico era muy desalentador.

Tenía un hijo de sangre que había abandonado, desde muy pequeño, cuando se divorció de su primera esposa. A pesar de que ambos estaban distanciados, un familiar decidió comunicarle al joven el estado de gravedad de su padre, pero era tanto el coraje y la frustración que sentía en su corazón que decidió ignorar el aviso.

El joven pensaba en todas las veces que esperó a su padre sin que este fuera a visitarle, las llamadas que nunca le contestó, recordó todas las carencias, pérdidas y desgracias que tuvo que afrontar por su ausencia, que veía a la indiferencia, en ese momento, como su mejor aliada y como un castigo para su padre.

Quería demostrarle al mundo cuán fuerte era mientras sentía en su interior como se iba desplomando la edificación (su orgullo) que construyó sobre terreno inestable.

Había decidido reconstruir una vida en la que los buenos momentos, que vivió con su padre, no existieran. Era más el daño que le hizo su ausencia durante tantos años que el bien que causaron sus visitas esporádicas. Al menos eso era lo que el joven quería creer.

Una noche mientras dormía recibió la llamada de su madrastra que, entre llantos, le advertía del estado de gravedad de su padre y le pedía que fuera a verlo. La familia comprendía la necesidad de que un consejero espiritual le visitara, pues tal vez no quedaba mucho tiempo y podía tener la necesidad de hablar sobre asuntos, que muchas veces como seres humanos nos inquietan sin embargo se espera hasta el último momento para resolver.

El hijo decidió ir a ver a su padre. De casualidad llegó al mismo tiempo que un sacerdote que fue a visitarlo.

Los sentimientos no se hicieron esperar. El padre pudo hablar con su hijo, a quien entre llantos le pidió perdón por haber estado tan ausente en su vida. Ambos se confundieron entre lágrimas y abrazos. Tambien tuvo la oportunidad de recibir dirección espiritual y los Santos Óleos, presentando una increíble mejoría.

Este suceso, del que varias personas fueron testigos, me permitió comprender el poder sanador del perdón. Un padre que tal vez se sentía culpable en silencio por su ausencia en la vida de su hijo pudo perdonarse a sí mismo. Mientras, un hijo recibía el regalo más esperado: el arrepentimiento y la petición de perdón de su padre, algo que no hubiera ocurrido del joven no haberse liberado del rencor.

Ambos ganaron más tiempo de vida y me ayudaron a reflexionar sobre los beneficios personales del perdón.

El rencor nos convierte en presos de una vida sin sentido, sin salud, sin éxito y sin amor.

"El mundo nos pide que odiemos, Dios nos pide que amemos". P. Tomas Galarza

Tal vez son pocas las personas que pueden tener la oportunidad de que el victimario les pida disculpas, sin embargo tomar la iniciativa de perdonar sin esperar el arrepentimiento del otro nos libera, nos hace crecer y nos permite recuperar el propósito de nuestra vida.

El perdón, para los que creemos en Dios, es una encomienda y una lección de vida que nos dio Jesús. Para todos los seres humanos es la llave que abre las puertas al amor y a la verdadera felicidad.

Quien perdona gana más que el que es perdonado.

Miremos al perdón frente a frente con valentía y esperanza, abriendo nuestro corazón para recibir la libertad y la paz que nos obsequia, como la que experimentamos al observar la caída del sol luego de un dia retante...

Vamos a despojarnos de la carga tan pesada que llevamos dentro y que nos impide avanzar en el camino. Hagamos un acto de amor propio contemplando el perdón como la ruta segura para encontrar la felicidad.