Diario de una mariposa

Diario de una mariposa

viernes, 29 de junio de 2018

Me solté de tu mano...


No soltaste mi mano, fui yo quien me entretuve, te solté y me perdí...

Toda mi vida escuchando que eres El Camino, La Verdad y La Vida, pero por un momento, en medio de tantos retos y desilusiones en el camino, dejé de escuchar y se me nubló la vista.

Estaba perdida y me sentía tan aterrada, como cuando un niño pierde de vista a sus padres en un lugar desconocido. Mi corazón comenzó a latir con mayor velocidad, podía sentirlo en la garganta. Tenía que hacer mayor esfuerzo para conseguir que el aire llegara a mis pulmones, se me paralizaron las piernas y sentía que me iba a desmayar.

El mundo parecía ir tan rápido, que era imposible alcanzarlo. Fue entonces cuando empece a perder energía, solté mis fuerzas, se me encorvó la espalda, se cayeron mis parpados y me invadió una tristeza y ese sentido de desesperanza que provocó saliera una corriente de agua de mis ojos y bañara de sal todo mi ser.

Hablar, caminar y pensar dolía...
La alegría se esfumó como una burbuja que está suspendida en el aire y es sorprendida por un rayo de sol, ya no sabía donde estaba ni para donde iba...

Cuando sentí que estaba perdiendo el control de mi misma, comencé a tocar puertas que me ayudaban temporeramente, como lo hace un analgésico cuando tenemos dolor, pero tan pronto pasaba el efecto, allí estaban los síntomas haciendo fila frente a mí para entrar.

Recuerdo cuántas veces traté de concentrarme para poder orar, sin embargo una manada de pensamientos recorrían mi mente y dificultaban mi intento.

Aunque no perdí la conexión total contigo, en el camino iba recibiendo mensajes que me recordaban a Ti tales como: "Es importante trabajar el aspecto espiritual", "No importan tus creencias, siempre es bueno reconectar con ellas", "Si puedes, llámame y hablamos, así te oro","Todo lo bueno, divino y perfecto se despliega ante mí", "Dios te bendiga, todo va estar bien", ademas de vídeos y oraciones que reconfortaban mi alma.

Hay temas de los que muchos no desean hablar y evitarlos no hace que dejen de existir. Reconocer errores, intentos fallidos, sentimientos de tristeza, desilusión, coraje y desesperanza, no son signos de debilidad sino de transparencia y valor para decirle a los demás: " Sí, soy un ser humano, tal como lo eres tú". Si esa declaración es cierta, también lo es reconocer que en muchas ocasiones de nuestra vida necesitamos apoyo profesional, espiritual y de seres queridos que no vengan a juzgar ni a restarle importancia a nuestra situación. Si accedemos a buscar estos apoyos es porque dentro de ese mundo tormentoso en el que nos adentramos, que parece no tener salida, queremos recuperar a ese ser que se nos perdió y volver a ser quiénes éramos.

Hoy, nada me haría mas feliz que hallar extendida esa Mano de la cuál me solté y recibir un abrazo que en silencio grite con emoción: ¡Bienvenida Hija!   

Escrito por Norma Riera